REDACCIÓN The New York Times
CUSCO, Perú — El pueblo andino de Chinchero, que se encuentra
sobre el valle de Urubamba, es uno de los paisajes más hermosos que existen.
Las majestuosas terrazas hechas por los incas se extienden hacia la vasta
meseta. Sembríos de quinua, amaranto, papa y maíz forman un tapiz de
tonalidades verdes, rojas y doradas. Las extensas vistas de los picos cubiertos
de nieve, conocidos como Apus, el nombre dado a los espíritus de las montañas
en la mitología inca, dominan el horizonte.
Resulta desconcertante por qué alguien elegiría construir un
aeropuerto “internacional” de miles de millones de dólares en este lugar
idílico cercano a las nubes. A una altitud aproximada de 3 760 metros —a una
altitud que rebasa la del aeropuerto de Cusco por más de 300 metros, que se
encuentra a unos 30 kilómetros de ahí—, sería uno de los aeropuertos
comerciales situados a mayor altitud. Las montañas que rodean Chinchero, sin
mencionar la neblina, los vientos cruzados y las granizadas habituales en estas
altitudes pueden hacer que sea peligroso despegar y aterrizar.
Una oleada de artículos en revistas científicas y de viajes
han condenado el proyecto. Casi doscientos arqueólogos, historiadores y
antropólogos peruanos y de otras partes del mundo le han enviado cartas a
Vizcarra en las que lo exhortan a cancelar el proyecto. Incluso la exministra
de Cultura, Ulla Holmquist, firmó una petición de Change.org en contra del
proyecto.
Las críticas que ha despertado este aeropuerto en todo el
mundo no son una sorpresa; la antigua ciudadela de Machu Picchu, que se
encuentra en la región de Cusco, fue elegida en 2007 como una de las Siete
Nuevas Maravillas del Mundo. Es uno de los pocos ejemplos que sobreviven de la
extraordinaria arquitectura paisajista de los incas. Se construyó hace seis
siglos y después fue abandonada. Luego, un explorador estadounidense, Hiram
Bingham, la redescubrió todavía intacta en 1911. El sitio atrae hasta a 5 600
visitantes diarios, más del doble de los 2 500 que recomienda la Unesco. El
nuevo aeropuerto podría cuadruplicar el número de turistas: de 1,5 millones a 6
millones de personas al año, lo cual podría significar una carga letal de
22 000 visitantes al día, casi diez veces más del límite establecido por la
Unesco.
La Unesco ya no puede permanecer impasible ante un coro en
aumento de indignación mundial. Debería añadir a Machu Picchu en la Lista del
Patrimonio de la Humanidad en Peligro hasta que Perú cumpla su compromiso de
conservar la reliquia precolombina más importante del continente americano.
La idea de construir un aeropuerto en Chinchero se remonta a
1980, cuando un prominente senador y terrateniente de Cusco con vastos terrenos
cercanos convenció al presidente de ese momento, Fernando Belaúnde, de la
necesidad de hacerlo. Belaúnde casi muere durante un vuelo de observación en
1981. Según el piloto, el coronel Jorge Manrique, el proyecto fue desechado
después del incidente. Sin embargo, la aspiración de construir un aeropuerto en
Chinchero no desapareció. El presidente Vizcarra respaldó ese proyecto
insensato con la idea de ganar apoyo en el sur de Perú, donde tiene bajos
índices de aprobación.
El país tiene sitios arqueológicos espectaculares, en
especial en la costa norte, paisajes majestuosos en la cordillera de los Andes
y una enorme extensión de reservas naturales no exploradas en el Amazonas. En
lugar de otro aeropuerto, Perú debería desarrollar prácticas turísticas
sostenibles e invertir en infraestructura para que esas áreas sean más
accesibles.
Perú es cuna de una de las civilizaciones más antiguas, junto
con Egipto, Mesopotamia, China, India, Guatemala y México, pero parece que los
peruanos se han propuesto arruinar en una generación lo que los conquistadores
españoles no pudieron destruir en trescientos años de gobierno colonial. A solo
tres cuadras de la plaza principal de Cusco, en la que alguna vez fue la
capital del Imperio del Sol, se construyó un monstruoso hotel de siete pisos,
en evidente violación de las normas de patrimonio cultural de la ciudad, frente
a las oficinas locales del Ministerio de Cultura. Tras las protestas, la
construcción se detuvo en 2015, pero los constructores ya habían destruido
preciosos muros de piedra incas. A pesar de las amenazas de despojar a Cusco de
su designación como Patrimonio de la Humanidad, el hotel a medio terminar
todavía sigue en pie y sus propietarios aún deben pagar una multa.
La construcción del aeropuerto podría diezmar la cuenca del
laguna Piuray, una fuente de agua fundamental para Cusco. También dividiría a
Chinchero en dos y dejaría la escuela y el centro de salud del lado donde vive
poca gente.
No se ha consultado a las comunidades de Chinchero sobre el
impacto que el aeropuerto tendría en su manera de ganarse el sustento. No han
tenido la oportunidad de expresar sus preocupaciones. Antes de la reforma
agraria de principios de los setenta, que otorgó derechos de tierra a los
pueblos indígenas, las poblaciones rurales en los Andes seguían siendo
explotadas por una minoría privilegiada que poseía la tierra. No obstante, el
país todavía no se ha congraciado con sus raíces indígenas. En la actualidad,
los derechos de sus pueblos indígenas todavía se violan en beneficio de unos
cuantos corruptos.
Rocío Cjuiro, una joven mujer de la comunidad de Willa Willa
de Chinchero, lloró mientras veía el enorme cráter donde más adelante estará el
aeropuerto en la sagrada pachamama, la madre tierra en el idioma quechua. “Mi
mundo entero está siendo destruido”, me dijo.
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