por Yvette Sierra Praeli en 18
agosto 2020
- En
la comunidad de Shampiyacu, donde viven más de 300 familias, alrededor del
80 % de sus habitantes está contagiado con COVID-19, asegura lideresa del
bosque de las nuwas.
- El
Bosque de las Nuwas es una propuesta para recuperar el conocimiento
tradicional en esta comunidad nativa.
Arlita Antuash Paati está triste
y angustiada. La voz se le quiebra cuando habla de cómo las mujeres de la
comunidad nativa de Shampuyacu, en la región San Martín, están sobreviviendo a
la pandemia.
“Las mujeres que trabajamos en el
Bosque de las Nuwas estamos siendo azotadas con esta enfermedad”, dice Arlita
sobre la presencia del COVID-19 en su comunidad. “Sobre todo las sabias
–continúa– que nos enseñan la elaboración de vasijas, los cantos típicos, las
danzas y nos cuentan leyendas e historias”.
Arlita es una de las 70 mujeres
que desde el año 2014 forma parte del grupo que ha creado el Bosque de las
Nuwas, en Shampuyacu, un proyecto impulsado por Conservación Internacional que
tiene como objetivo recuperar los saberes ancestrales, trabajar en
reforestación y en el cultivo de plantas medicinales.
La pandemia ha paralizado sus
planes. Cuando en marzo de 2020 empezó la emergencia sanitaria en Perú, la
comunidad nativa de Shampuyacu se vio obligada a cerrar sus fronteras y se
mantuvo aislada por un tiempo, sin embargo en mayo el coronavirus llegó.
“Tenemos un portón que cerrábamos
para que nadie ingrese. Pero por nuestra comunidad pasa una carretera que llega
hasta el pueblo Santa Rosa y se usa para sacar productos, por eso hubo movimiento
y llegó la enfermedad”, cuenta Arlita.
Un proyecto en espera
Hasta el inicio de la pandemia, el Bosque de las Nuwas recibía visitas de peruanos y extranjeros que llegaban hasta las diez hectáreas de bosque manejado por este grupo de mujeres. Durante su estancia, los visitantes podían aprender sobre el uso de las plantas medicinales y compartir la cultura awajún.
![](https://imgs.mongabay.com/wp-content/uploads/sites/25/2020/08/17142115/bosque-de-las-nuwas-Coperacion-Internacional-1-720x512.jpg)
En medio de este bosque
recuperado de la deforestación, las nuwas –mujeres en awajún– construyeron un
tambo con yarina, caña brava y bambú para hospedar a los visitantes, vender sus
artesanías y compartir sus conocimientos.
Y este año tenían planeado ir más allá. Las nuwas –en coordinación con CI y el laboratorio Takiwasi– crearon dos variedades de infusión bajo su propia marca con las plantas que cultivan en el bosque. Estaban en la etapa final del proceso para iniciar su comercialización cuando apareció el coronavirus.
Ahora han detenido todo el
trabajo. Algunas mujeres se han quedado en la comunidad, pero otras, temerosas
ante el virus, se han trasladado con sus familias hasta sus chacras distantes
del centro poblado.
“En mayo algunas personas de la
comunidad empezaron con los síntomas, pero el contagio aumentó en junio y
julio”, cuenta Arlita.
En los últimos meses la cantidad
de casos de personas positivas se ha incrementado en la región San Martín.
Según la Dirección Regional de Salud, hay más de 20 mil casos en toda la
región. Las últimas cifras publicadas el 17 de agosto indican que en la
provincia de Rioja —donde se ubica Shampuyacu— se han reportado 1773 casos de
coronavirus.
Son varias las nuwas que
empezaron a sentir los síntomas de la enfermedad, cuenta Arlita y agrega que
inicialmente pensaban que se trataba de una gripe, pero cuando llegaron del
Ministerio de Salud para realizar el diagnóstico, la mayoría de las personas
testeadas resultó positiva al coronavirus.
En la comunidad de Shampiyacu
habitan 348 familias y alrededor del 80 % de sus habitantes está contagiado con
COVID-19, asegura Arlita.
“Es triste estar así, algunas
mujeres mayores, que son las sabias, han sido las más afectadas en su salud, y
necesitan más ayuda. Nosotras podemos sobrevivir, pero las abuelas sufren”,
dice Arlita.
El Director Regional de Salud de San Martín, Luis Rodríguez Benavides, dijo a Mongabay Latam que en el último mes se han incrementado los casos de COVID-19 en los pueblos indígenas. “Ellos están siendo más afectados en esta etapa de desplazamiento de la enfermedad a las zonas rurales”.
Rodríguez señaló que hasta ahora se han realizado análisis de descarte —la mayoría de ellas han sido las denominadas pruebas rápidas— en 32 comunidades nativas de la región, 12 de ellas del pueblo awajún. “La positividad en las comunidades ha sido muy alta. Hemos obtenido entre 70 % y 80 % de casos positivos”. Sin embargo, el director regional de Salud agrega que hasta ahora solo se ha reportado una persona fallecida de un pueblo indígena. El caso corresponde al pueblo kichwa, en Lamas.
El funcionario señaló que
actualmente se están conformando las brigadas para intervenir en las
comunidades con el fin de realizar tamizajes y brindar atención a los casos
positivos.
Un bosque de sabiduría
Luis Espinel, vicepresidente de Conservación Internacional Perú, recuerda que fue iniciativa de las propias mujeres de Shampuyacu la creación del Bosque de las Nuwas. Para ello, solicitaron un espacio del bosque —alrededor de diez hectáreas— que destinarían a recuperar las especies de árboles y plantas medicinales que se estaban perdiendo debido a la intensa deforestación que hay en Shampuyacu.
“Había interés por explorar y
recuperar los conocimientos tradicionales. Las mujeres más jóvenes no habían
tenido interacción con sus bosques porque casi no tenían bosque, lo que les
quedaba era la agricultura”, señala Espinel.
La comunidad nativa de Shampuyacu
es una de las más deforestadas en Perú. Según un estudio del Instituto del Bien
Común y la Cooperación Alemana, esta comunidad awajún ha perdido el 80 % de su
bosque como consecuencia del impulso —desde el Estado y organismos
internacionales— de la agricultura que en décadas pasadas promovían los
cultivos de soya y arroz. A ello se sumó el alquiler de las tierras a colonos
para que las conviertan en campos agrícolas.
En las diez hectáreas de bosque asignado, las mujeres awajún empezaron a recuperar especies de plantas y árboles. “Las nuwas saben reconocer bien cada planta y saben para qué sirven. Así empezó esa transmisión de conocimiento de las mayores a las más jóvenes”, dice Espinel.
Además de las plantas medicinales
—cuenta Espinel— también se dio el proceso de rescate de 39 especies de yucas.
“Ellas reconocen muy bien cada especie y diferencian el tipo de hoja, el color
del tallo y cómo se debe utilizar cada especie”.
En cuanto a las plantas
medicinales, 110 especies han sido inscritas en el Instituto Nacional de
Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual
(Indecopi) para salvaguardar el conocimiento tradicional.
“Como parte de ese trabajo, se empezó a identificar las plantas que ahora se han incluido en las infusiones. El clavo huasca y el jengibre han sido dos de los insumos que se han incluido en estos tés elaborados por las nuwas”, comenta el vicepresidente de Conservación Internacional.
Fernando Mendive, director del
laboratorio de productos naturales del centro Takiwasi, cuenta que inicialmente
se identificaron 10 plantas para elaborar las infusiones y de ellas se
eligieron las dos especies —clavo huasca y jengibre— que se convirtieron en la
base para elaborar este producto.
“El año pasado empezamos a llevar
estas plantas a las parcelas productivas ubicadas en las casas de las mujeres
de Shampuyacu. La propuesta es producir mil unidades de cada una de las
infusiones. Para ello contamos con 12 parcelas productivas de 50 y 100 metros
cuadrados cada una. Es una producción a pequeña escala”, dice Mendive.
El experto de Takiwasi dice que
las mujeres awajún de Shampuyacu reconocen alrededor de 20 variedades de
jengibre con diferentes usos. “Seleccionamos el jengibre para vías
respiratorias y lo combinamos con vainilla, una planta endémica de la región”.
Mendive también menciona que la
mayoría de las plantas que ahora se cultivan en la parcela experimental de
plantas medicinales son endémicas. Cuenta, además, que en el rescate del
conocimiento en Shampuyacu han participado hombres y mujeres de la comunidad.
“Las investigaciones que hacemos
en los pueblos indígenas buscan tener un impacto en la comunidad, tanto a nivel
de beneficio económico como de conservación de su biodiversidad”, dice Mendive.
El científico señala que este
trabajo busca consolidar modelos de negocios para que las comunidades nativas
dejen su rol de proveedor de materias primas sin transformar y se conviertan en
participantes activos del proceso de desarrollo de un producto con valor
agregado. “La comunidad conserva la titularidad del producto terminado. Esto es
lo que diferencia nuestro modelo de negocios”.
Por ahora la economía de este grupo de mujeres awajún está paralizada por la pandemia. No hay visitantes ni la posibilidad de continuar con el circuito de turismo comunitario que se ofrecía en el Bosque de las Nuwas. Tampoco reciben ingresos por la venta de sus artesanías, por ello, se ha lanzado la campaña denominada #SOSNuwas, iniciativa que busca compensar la falta de ingresos económicas para la comunidad.
Para Arlita su trabajo en el
bosque de las nuwas es un aporte para la humanidad. “Nosotras podemos poner
nuestro granito de arena y sanar con nuestras plantas. No es solo un beneficio
nuestro, sino para todo el mundo”.
* Imagen principal: Bosque de las Nuwas. Foto: Marlon del Águila / Conservación InternacionaL
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