Puede sonar difícil de creer que entre el 30% y el 50% del agua en el mundo sea "robada".
Como también parece sorprendente que el 70% de ese recurso sea destinado para la agricultura cuando casi un tercio de la población del planeta no tiene acceso a servicios potables.
Sin embargo, diferentes estudios
y expertos señalan que eso es lo que ocurre.
El agua es "robada" o
desviada y en lugar de abastecer a las poblaciones se dirige al negocio del
agro, según explica a BBC Mundo Adam Loch, experto en el tema de la Universidad
de Adelaide (Australia).
Pero el problema no termina secha la tercera parte de los alimentos que produce y eso hace más injusta esta desproporción en el uso que hacemos del agua, como comenta Richard Connor, responsable del Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos.
"Es una desperdicio cuando
se destina a la sobreproducción de comida", señala a BBC Mundo.
El "gran robo"
La escasez de agua se agudizó por
el cambio climático primero y después por la pandemia del coronavirus.
3.000 millones de personas no
tienen acceso a redes de distribución, según la ONU, y el uso
"desproporcionado" del recurso en rubros como la agricultura o la
minería agrava el problema.
Adam Loch señala que, a pesar de
los vacíos jurídicos existentes alrededor de la propiedad y el valor del agua,
se puede hablar de "robo" dado que existen actores dentro de este
modelo de explotación que esquivan procedimientos legales a tal escala que
entre el 30% y 50% del recurso se puede considerar sustraído.
Y en perjuicio de las poblaciones.
"Es difícil de precisar los
porcentajes, pero sabemos que la agricultura es el mayor usuario a nivel
mundial. Y encontramos que esa extracción o consumo en muchos casos se realiza
sin que exista derecho legítimo", explica el experto.
Loch, junto a un equipo de investigadores, publicó recientemente un ensayo titulado "Gran robo de agua", publicado en la revista científica Nature.
En el trabajo sostienen que la
incertidumbre y los cambios repentinos en el suministro de ese recurso aumentan
las posibiidades de la ilegalidad de su uso.
"Por ejemplo, los períodos
de sequía también pueden alterar las percepciones de las normas, la legitimidad
y la equidad de las personas o entidades", explica el investigador.
Loch añade que el fenómeno del
robo del agua tiene un margen elevado de subregistro o directamente es
minimizado por los estados.
Pone el ejemplo de la región
andina sudamericana, donde no hay un adecuado control del consumo de los
sistemas de riego y que puede ser un uso excesivo para maximizar las ganancias.
Esta zona, compartida por
Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela produce plantaciones de alta
demanda en el mercado mundial como la quinua que, a la vez, requieren altos
niveles de agua después de la siembra.
Las dificultades
Para Richard Connor el concepto
del "robo de agua" se puede utilizar, pero es necesario tomar en
cuenta otras figuras.
"Se puede calificar así,
pero también hablar de la pérdida del recurso", explica.
El experto indica, como ejemplo,
cuando el agua es desviada a través de canales artificiales o a través de
tuberías.
"Cuando esto pasa es difícil
de monitorear y determinar si se trata de robo", explica.
Connor indica que existen muchas
"áreas grises" con relación a las concesiones y a la propiedad como
tal del agua.
"La agricultura usa enormes
cantidades del recurso y puede ser usada de fuentes no permitidas como
humedales, que se supone deben ser protegidos, pero también la aprovechan de
los sistemas municipales legales", indica.
El relator de Naciones Unidas
explica que, en el mundo, se considera un bien común el agua que se encuentra
en ríos, lagos, debajo de la tierra y otros espacios naturales, pero a la vez
existen usuarios individuales y compañías que logran los derechos propietarios
en determinadas regiones.
"Tratar de establecer quién
es el dueño del agua es como buscar al dueño de la electricidad. Es bastante
difícil de definir", concluye.
Consecuencias
Los expertos consultados por BBC Mundo coinciden en que, se trate de robo, explotación o desvío, el uso desproporcional del agua afecta directamente a las poblaciones.
Y con mayor énfasis en las
regiones que sufren largas sequías o que por condiciones socioeconómicas no
tienen garantizados los servicios sanitarios y potables.
"Solo el 10% del agua va
para uso doméstico y la inmensa mayoría que va a la agricultura genera poco
valor agregado para los productos internos brutos de los países", indica
Connor.
El experto añade que, si bien no
hay productividad económica significativa en la distribución del recurso a los
hogares, sí se generan beneficios sociales en diferentes áreas como la salud.
"Si la gente crece con
acceso a agua potable, claro que repercute en menores costos futuros para los
sistemas de salud", afirma.
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