- La
investigación se sustenta en la revisión de más de 300 estudios sobre
pueblos indígenas publicados en las últimas dos décadas.
- Los
pueblos indígenas y tribales de América Latina y el Caribe manejan entre
330 y 380 millones de hectáreas de bosques.
«El estudio cumple con varios
cometidos. Primero destacar y dejar de colocar en el imaginario de las personas
que los pueblos indígenas son pobres», dice Mauricio Mireles, oficial para
pueblos indígenas del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), sobre el reciente informe publicado por este organismo
internacional.
La labor de las Naciones Unidas
—continúa Mireles— es hablar más de las riquezas y de las aportaciones
indígenas al desarrollo sostenible. «¿Por qué se habla desde la
vulnerabilidad y no desde la riqueza y de estas aportaciones?», se pregunta
Mireles.
El especialista de la FAO se
refiere así al informe Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los
bosques que revela, por primera vez, hasta qué punto la ciencia ha demostrado
que los pueblos indígenas han sido mucho mejores guardianes de sus bosques en
comparación con los responsables de los demás bosques de la región.
El estudio publicado por la FAO y
el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el
Caribe (FILAC) fue elaborado sobre la base de la revisión de más de 300
estudios sobre pueblos indígenas publicados en las últimas dos décadas.
El documento también precisa que las tasas de deforestación en los territorios indígenas son mucho más bajas que fuera de ellos, por lo tanto, considera importante que se reconozcan sus derechos colectivos y se mejore la seguridad de la tenencia de sus tierras.
Las cifras de la conservación
Según el informe de la FAO, los
pueblos indígenas y tribales —un pueblo que no es indígena pero que comparte
características similares como el caso de los quilombolos brasileños, los
maroons de Surinam, los garífunas centroamericanos y muchos afrocolombianos y
afroecuatorianos— de América Latina y el Caribe manejan entre 330 y 380
millones de hectáreas de bosques en la región. Es decir, la tercera parte de
los bosques de América Latina y el Caribe están en manos de los pueblos
indígenas.
Estos mismos territorios
contienen más de un octavo del carbono total almacenado en los bosques
tropicales del mundo, por lo tanto, perderlos modificaría el clima regional y
mundial.
Otra cifra presentada en el
informe da cuenta de que el 45 % de las grandes selvas poco perturbadas de la
Cuenca Amazónica están dentro de territorios indígenas y albergan una gran
biodiversidad de plantas y animales, muchas de ellas amenazadas de extinción.
La mayor parte de estos bosques
están bien preservados y hasta hace poco, no se encontraban bajo amenaza. «En
prácticamente todos los países de América Latina, los territorios indígenas y
tribales tienen tasas de deforestación más bajas». precisa el informe de la
FAO.
El documento también explica que
entre los años 2003 y 2016 en los territorios indígenas de la cuenca Amazónica
se perdió menos del 0.3 % del carbono
almacenado; mientras que en las áreas protegidas sin población indígena
se perdió el 0.6 %; y en otras áreas, que no eran territorios indígenas ni
áreas protegidas, se perdió el 3.6 % del
carbono.
«Sí, estamos en los bosques mejor
conservados y estamos dando la vida para mantenerlos. Sin embargo, entran
petroleras, entran mineras a destruirlos», dice José Gregorio Diaz Mirabal,
coordinador general de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la
Cuenca Amazónica (COICA), quien agrega que la Amazonía se está destruyendo hace
70 años.
«Desde los gobiernos no quieren
hacer planes conjuntos con los pueblos indígenas; pero hasta ahora no nos
incluyen. Nosotros damos la vida por conservar los bosques y el planeta»,
agrega Díaz Mirabal.
El coordinador general de la
Coica menciona también que los fondos y acuerdos internacionales que se
destinan para programas de sostenibilidad y conservación en los países deben
involucrar a los pueblos indígenas en igualdad de condiciones.
Un llamado que también se hace en
el estudio publicado por la FAO. «Urge que las agencias internacionales y
nacionales inviertan cientos de millones de dólares adicionales cada año para
fortalecer los derechos territoriales comunales, compensar los servicios
ambientales, facilitar el manejo forestal comunitario, revitalizar culturas y
conocimientos tradicionales, mejorar la gobernanza territorial y fortalecer a
las organizaciones indígenas y tribales».
El informe de la FAO indica que
la tasa anual de deforestación en los territorios indígenas de Brasil subió de
10 337 hectáreas, en 2017, a 42 697 hectáreas, en 2019. Mientras que los
bosques poco perturbados en Bolivia se redujeron en 20 %, en Honduras en 30 %,
en Nicaragua 42 %, y 59 % en Paraguay.
Mireles señala que muchos de los
estudios citados en el informe de la FAO demuestran que las tasas de
deforestación y fragmentación en territorios indígenas son inferiores con
relación a otros bosques similares, inclusive comparados con áreas protegidas
que no tienen población indígena.
Entre 2006 y 2011, los
territorios indígenas de la Amazonía de Perú lograron reducir la deforestación
dos veces más que las áreas protegidas que estaban en lugares con condiciones
ecológicas y de acceso parecidas. En la Amazonía de Brasil sucedió algo similar
entre 2001 y 2009″, se explica en el informe.
Mireles agrega que las técnicas
de manejo de los bosques, las formas de producción y la cosmovisión de los
pueblos indígenas hacen que ellos sean los mejores guardianes del bosque.
Otro dato que se desprende del
informe es que casi la cuarta parte del área de los territorios indígenas y
tribales en la cuenca amazónica se superponen con concesiones mineras y
petroleras.
Las amenazas a líderes indígenas también están en aumento. Según el último informe de la organización Front Line Defenders, en 2020 asesinaron al menos a 331 líderes en el mundo, de ellos, 264 se presentaron en el continente americano y fueron Colombia, Honduras y México los países que ocuparon los primeros lugares.
«Estamos en catástrofe sanitaria,
ambiental y cultural. Este años es clave para la vida y la supervivencia de los
pueblos indígenas y la selva Amazónica», agrega Díaz Mirabal de Coica. «No solo
es el Covid-19, también la malaria,
derrames petroleros, invasiones son otras
pandemias», agrega.
Aunque por un lado existe el
temor de que se agudicen las presiones sobre los territorios indígenas, por
otro el estudio da cuenta de tres buenas prácticas de manejos de bosques en
América Latina.
Una de ellas es la comunidad maya
de Petcacab, en Quintana Roo, México, que durante casi 40 años ha aprovechado
la madera de su territorio de forma sostenible.
Un segundo caso es el Programa Socio Bosque en Ecuador. Este se enfoca en conseguir que las comunidades se comprometan a no sembrar, aprovechar madera o cazar en una determinada área durante 20 años a cambio de la entrega de fondos para que desarrollen proyectos locales. Hasta ahora, 196 comunidades han recibido pagos para conservar 1 450 000 hectáreas.
Un tercer caso corresponde a
Brasil, donde se adoptó una política que reconoce los beneficios de las prácticas
de manejo de fuego indígenas, como las quemas controladas. Para ello se
estableció el programa Prevfogo sobre un área de más de 17 millones de
hectáreas.
«El estudio de la FAO y otros que
se han hecho en los pueblos indígenas dan cuenta de cómo entendemos el entorno
en que vivimos. Por eso, nuestro espacio de vida es calificado como de
esperanza, pues somos nosotros los que tenemos la formula para defender la
madre naturaleza», dice Joe Nilson, coordinador de Derechos Humanos del Consejo
Regional Indígena del Cauca.
Nilson considera que en Colombia
es necesario cambiar las leyes que limitan el cuidado de los bosques y la
gobernabilidad de los pueblos indígenas y sus territorios. «Se deben impulsar
políticas que generen desarrollo en las comunidades con el fin de cuidar la
madre tierra».
Miguel Macedo, especialista en
pueblos indígenas del Instituto del Bien Común (IBC) en Perú, señala que «mas
allá de la figura romántica que se tiene de los pueblos indígenas, la
adaptación de la cultura logra que la deforestación sea menor en sus bosques».
Macedo también considera que se
debe avanzar con los procesos de reconocimiento de sus territorios y brindar
herramientas para que las comunidades puedan defenderlos y manejarlos
apropiadamente.
Imagen principal: Productor
indígena originario del pueblo Guna, en el territorio indígena de Púcuro,
provincia del Darién, Panamá. Foto: Rosana Martín / FAO.
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