Entrevistar a Gastón Soublette no es una tarea fácil.
A sus 94 años, el filósofo, esteta, musicólogo y escritor chileno ha perdido el sentido del oído, por lo que prefiere no atender el teléfono.
Tampoco tiene computador ni correo electrónico. Y todo lo
que escribe, lo hace con una máquina de los años 80, incluidas las respuestas a
esta entrevista.
Además, vive alejado del mundo, en una quinta en la pequeña
localidad de Limache, en la región de Valparaíso, Chile.
Pero Soublette no pierde la lucidez. Tampoco su increíble
capacidad de analizar la sociedad actual, con una agudeza que lo ha llevado a
ser reconocido como un importante referente intelectual del país sudamericano.
En esta entrevista realizada hace unas semanas con BBC
Mundo, Soublette desmenuza las consecuencias del crecimiento ilimitado en el
mundo, las injusticias perpetradas por las élites políticas y económicas, la
falta de solidaridad y respeto por la humanidad, y las consecuencias del avance
de la tecnología en la mente humana, entre otras cosas.
Además, lanza una advertencia: cuando se acabe la pandemia,
afirma, la "reacción violenta de las masas ante los privilegios de los
poderosos continuarán".
En Chile ha habido un fuerte debate respecto al
individualismo y la falta de solidaridad en la pandemia, se dice que a nadie le
importa mucho lo que le pasa al de al lado. ¿Cree que el coronavirus ha
desnudado las fracturas de la sociedad moderna de este país?
Creo que la pandemia, al igual que una guerra, tiene el
poder de extraer lo mejor y lo peor de los individuos y, esto, a modo de juicio
final.
Lo peor está demasiado a la vista y no se puede disimular.
La espiral de la violencia delictiva, los femicidios que se
multiplican, los asesinatos de niños y niñas, y hasta las amenazas de muerte de
algunos a sus vecinos solo por el hecho de haber contraído el mal del
coronavirus; las fiestas clandestinas de quienes no les importa contagiarse sin
pensar que ellos pueden contaminar a otros; el pillaje a todo nivel de
vehículos de transporte, de centros comerciales; los asaltos hasta en las
calles céntricas de la ciudad; los atentados incendiarios; los enfrentamientos
entre bandas rivales de narcotraficantes con balaceras que dan muerte a muchas
víctimas inocentes, en fin…
Eso por una parte, y por otra, la ocasión que este encierro
les brinda a muchos de hacer un balance de sus vidas, pues todo se acelera y ya
nadie tiene tiempo de parar esta máquina para revisar lo hecho y lo que está
por hacer, y eso se debe a las formas de vida que ha generado un modelo de
civilización cuyos únicos valores y fundamentos son económicos, tecnológicos y
políticos.
El hombre interior en la mayor parte de la humanidad está
muerto. Nuestra mente enteramente vertida hacia el exterior solo funciona ante
el estímulo de los lugares comunes del día a día ciudadano.
¿Qué lo llevo a esa conclusión? ¿Esto tiene que ver con la
falta de solidaridad e individualismo imperante?
El hombre interior es la parte más elevada de nuestro ser
consciente, por así llamarlo, el núcleo de la conciencia.
El hombre tiene el deber moral de trabajar sobre sí mismo
para obtener el gobierno de su vida psíquica, desde ese ámbito profundo de su
propia alma. Si se deja arrastrar por la corriente que se vierte hacia el
exterior, ese centro rector de la conciencia queda subordinado al poder de los
impulsos psíquicos y el hombre interior se desvanece a través de los años.
La civilización en que vivimos, que solo pide rendimiento de
nosotros, es el paradigma alienante de la psique humana; hoy solo queda el
hombre que proyecta su mente hacia el exterior para actuar sobre las cosas y
las personas.
Por esa alineación de nuestro espíritu carecemos de un
referente trascendente, con lo cual perdemos la noción del sentido.
Usted ha afirmado que Chile vive en una "sociedad muy
injusta". ¿Qué cree que la condujo hasta allí?
La injusticia de la sociedad chilena es una forma más de
injusticia que impera en el mundo entero.
Una elite de emprendedores a nivel mundial detenta toda la
riqueza del planeta y maneja el mundo desde la trastienda del poder político.
Eso ocurre en todos los países con diferentes matices.
Los peores matices se dan en los países del tercer mundo. Chile entre ellos figura a la cabeza de los países en que la distribución del ingreso es la más desigual.
Sumado a eso la corrupción funcionaria de muchos servidores
públicos a nivel regional y comunal, quienes permiten la destrucción de nuestro
patrimonio urbano y natural privilegiando ciertos proyectos inmobiliarios e
industriales en desmedro del buen vivir de los ciudadanos.
La sociedad contemporánea está obligada a vivir en formas
que le son impuestas por una élite de poderosos emprendedores, los cuales
manejan el mundo.
Esas formas de vida impuestas por ellos tienen por finalidad
mantener este constructo económico y tecnológico que son los países modernos, y
que les permite a ellos retener para sí mismos toda la riqueza del mundo.
Esa falta absoluta de solidaridad y respeto por la humanidad
no se tolerará más en el siglo XXI. Los estallidos sociales muestran que ese
modelo de sociedad está llegando a su fin.
¿Se puede recuperar la solidaridad?
La solidaridad entre los hombres solo es posible cuando
estos tienen virtud y sabiduría. La solidaridad no se puede recuperar por medio
de una campaña de promoción ni por medio de una ideología.
La solidaridad puede volver al mundo solo por un cambio de
paradigma cultural, fruto del trabajo sostenido de minorías disidentes que
asocian a personas que tienen virtud y sabiduría para conducirse en la vida.
¿Qué papel debería jugar la élite económica y política en
una crisis tan fuerte como la que estamos viviendo producto de la pandemia?
La élite económica en estas circunstancias debiera
concertarse para patrocinar planes de ayuda al sector más vulnerable de nuestra
población. La gente pierde su trabajo, pierde su remuneración, carece de medios
y, encima, los obligan a encerrarse en sus casas.
Entonces no se extrañen que la espiral de la violencia
delictiva haya llegado al grado de gravedad que observamos hoy. Además, todos
sabemos que la pandemia ha contribuido a incrementar el capital de los más
afortunados.
¿Cree que las ayudas sociales han sido suficientes en Chile
y en América Latina para proteger a los marginados?
Ciertamente las ayudas sociales son insuficientes en un
sistema que genera desigualdades escandalosas como las que se dan en Chile.
La ayuda es circunstancial, en tanto que la mayor parte de
la población vive en una estrechez al límite de lo soportable, y justamente en
esos medios es donde germinan las aberraciones morales y la delincuencia en
gran escala.
Usted tiene 94 años y ha visto pasar muchas cosas frente a
sus ojos. Ha dicho que la civilización industrial fracasó en su intento de
alcanzar el bienestar y que la "calidad humana" de las personas ha
disminuido. ¿Qué lo llevó a esa conclusión?
La civilización industrial surgió como consecuencia de la
filosofía utilitaria anglosajona, la cual promovió el imperativo de la
generación de riqueza como el sentido mismo de la vida.
Paralelamente a eso, estaba ya ocurriendo el fenómeno de una
creciente secularización de la sociedad, hasta el punto culmine en que
Friedrich Nietsche proclamó ante el mundo su famoso "Dios ha muerto".
La justificación suprema de la civilización industrial es la
búsqueda del bienestar, pero con el correr del tiempo la vida en los centros
urbanos de volvió mecánica y extremadamente compleja, la necesidad de un
creciente rendimiento obligó a los hombres a vivir en el apremio constante.
Los emprendimientos industriales movilizaron grandes masas
de trabajadores los cuales fueron explotados al máximo, y el hombre medio de
todas la naciones se transformó en un consumidor y usuario pasivo, delegando
sus aptitudes personales en especialistas e intermediarios.
En algunos aspectos se alcanzó un cierto bienestar, aunque
el fenómeno del crecimiento ilimitado transformó la ciudad moderna en un
infierno mecánico donde desapareció la noción misma de la felicidad.
El día a día de los ciudadanos se empobreció, desarticulando
y anulando la cultura tradicional de los pueblos, con lo que se desvanecieron
las nociones de "sabiduría" y "virtud", de
"sentido" y trascendencia".
En adelante, no hubo más sentido que el que los hombres le quieran dar a la vida. Desapareció la noción de un sentido pre existente al hombre. Esa nueva cosmovisión generó esos sistemas de pensamiento que llamamos "ideologías".
Y como las ideologías son puro pensamiento, el hombre no
tuvo más mundo que el que podía resultar de su actividad pensante, en suma: un
mundo enteramente pensado y, con él, también un hombre enteramente pensado. Ese
mundo pensado se impuso a la estructura psíquica del hombre y al plan maestro
de la naturaleza.
Así, la civilización industrial anuló la integridad psíquica
los hombres y provocó la desarticulación de los ecosistemas del orden natural.
¿A qué se refiere cuando habla de "calidad
humana"?
La calidad humana se prueba en el sentido de
"comunidad" y supone lo que tradicionalmente llamamos
"virtud". La virtud consiste en amar y respetar a nuestro prójimo
como a nosotros mismos.
La calidad humana se prueba también en el desarrollo de las
facultades superiores de la persona. Pero sea lo uno o lo otro, resulta una
moral subordinada a la armónica convivencia social.
Antes de la pandemia del coronavirus, estaban ocurriendo
protestas no solo en Chile sino en varios países del mundo. ¿Cree que van a
continuar cuando se acabe la covid-19?
Las protestas sociales que empezaron el año 2019 fueron suspendidas por la fuerza mayor de la pandemia.
Pero terminada esta emergencia, los hechos que motivan las
protestas persisten y la reacción violenta de las masas ante los privilegios de
los poderosos continuarán, pues la humanidad está demostrando que no seguirá
tolerando que el poder económico siga manejando el mundo en beneficio de una
elite pero a costa de la mayoría, a quien le cuesta vivir en una estrechez al
límite de lo soportable.
Como tampoco va a seguir tolerando que los poderosos sigan
destruyendo la naturaleza al punto de poner en riesgo la supervivencia de
nuestra especie.
Usted ha estado al margen de la tecnología. ¿Por qué?
Procuro vivir lo que más pueda libre de tecnología porque la
conducta humana que se somete a ella termina condicionando inconscientemente su
funcionamiento mental.
Es un hecho comprobado que el hombre es lo que hace, y ese
condicionamiento es progresivo.
Así, sin advertirlo, el hombre moderno entrega la génesis de
sus pensamientos a diversos mecanismos de manera que la reiteración crea una
adicción y al fin pierde su identidad como persona humana.
¿Qué opinión tiene de las redes sociales y como estas han
sido un vehículo a una época marcada por la pos verdad?
Las redes sociales han prestado ayuda a los disidentes del
mundo transmitiendo textos, anuncios, proclamas, manifiestos, textos
reflexivos, noticias importantes y convocatorias para acciones concretas.
También han sido usadas para el tráfico de varios, incluido el de personas, para promover el comercio sexual y la pornografía, han sido la causa de muchos crímenes, falsas noticias, estafas, amenazas, difamaciones, robos, etc.
La rapidez de sus efectos es parte del aceleramiento que han
adquirido todos los procesos de la existencia. La vida, en verdad, tiene otros
ritmos a causa de la ley del crecimiento gradual, y la psique humana se adecúa
mejor a ellos.
No creo que el apóstol Pablo de Tarso con la ayuda de tan
poderoso instrumento hubiese podido difundir la fe cristiana en el imperio
romano, como lo hizo con la ayuda de eso que él llamaba Espíritu Santo.
¿Qué piensa de las nuevas generaciones? ¿Tiene esperanzas en
ellas?
Hace 50 años que ejerzo como académico de la Facultad de
Filosofía y Estética de la Universidad Católica y en los últimos 20 años he
observado un cambio muy favorable en los jóvenes.
Un sentido más desarrollado de la justicia y la dignidad
humana, una conciencia más clara de la igualdad esencial de todos los seres
humanos, una tendencia persistente a conocer y promover los fundamentos
culturales de la identidad nacional, y una autenticidad mayor para aparecer
ante los demás, sin simulaciones.
Creo que están más capacitados que antes para enfrentar la
realidad y tienen más coraje.
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