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domingo, 26 de septiembre de 2021

PERÚ, ENTRE LA CRISPACIÓN Y LA MEDIOCRIDAD



LIMA — Las noticias sobre los crispados primeros dos meses de gobierno del presidente del Perú, Pedro Castillo, podrían hacernos pensar que estamos viviendo un caso más de polarización ideológica entre izquierda y derecha en América Latina. Pero es una lectura limitada. Es más importante observar el peso de los errores y la ausencia de liderazgo de Castillo, un exlíder sindical de izquierda.

 

El futuro, por ahora, se ve más mediocre que radical. Es un costo demasiado alto para uno de los países más golpeados —sanitaria y económicamente— por la pandemia y que arrastra al menos media década de inestabilidad política.

El Perú vive en una profunda crisis política. Hemos tenido cinco presidentes en cinco años. Desde 2016, la historia política del Perú ha sido un incesante vaivén de inestabilidad. Y la elección presidencial de julio de este año sumó una mayor tensión a este escenario.

Así que el nuevo gobierno tenía la responsabilidad de responder a las expectativas de sus votantes y desactivar el clima de convulsión y desesperanza. Pero hasta ahora no hay señas de que Castillo —al margen de su ideología— sea quien pueda ayudarnos a cambiar este rumbo vertiginoso. Malas noticias para el Perú.

 

El gobierno de Castillo, ese que la derecha dura señalaba de tener un milimétrico proyecto para acabar con la democracia, parece no tener un plan a secas. Menos uno para darle estabilidad y dirección al país. No es una situación sorpresiva, pero preocupa de cara al futuro: el Perú requiere menos improvisación y más planificación para salir de la crisis y recuperarse.

 

Desde la campaña eran evidentes los retos que enfrentaría el gobierno. Castillo llegó al poder con poco más de 40.000 votos de ventaja sobre la derechista Keiko Fujimori tras un proceso en el que mostró carencias importantes: inexperiencia gubernamental, ausencia de cuadros técnicos en su entorno y rasgos de radicalismo en su propio discurso y en el del partido que lo llevó a la presidencia, el marxista-leninista Perú Libre.

 

Cuando se confirmó su ventaja electoral, Castillo lo sabía: tendría una fuerte oposición. Los grupos más extremos montaron una intensa campaña sobre un supuesto fraude electoral sin evidencia alguna. También lo presentaron como un riesgo inminente para la democracia. Por lo tanto, el nuevo presidente debía mostrar distancia suficiente de Perú Libre y su líder, el controversial Vladimir Cerrón. Necesitaba nombrar un gabinete que le permitiera compensar sus limitaciones, transmitir confianza y señales de que gobernaría con eficiencia.

Pero su primer gabinete quedó lejos de esta marca. De primer ministro nombró a Guido Bellido, un personaje cercano a Cerrón, quien ha hecho comentarios misóginos y declaraciones inaceptables sobre violencia política.


Fuente: New York Times

https://www.nytimes.com/es/2021/09/23/espanol/opinion/pedro-castillo-peru.html

Foto: Congreso de la Republica de Perú, juramentación de 28 de julio.

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