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La necesidad de abuelos sanos y activos que puedan ayudar con la crianza
de los nietos puede estar codificada en nuestros genes.
¿Por qué la actividad física es tan benéfica para nosotros cuando
envejecemos? Según una original y novedosa teoría sobre el ejercicio, la
evolución y el envejecimiento, la respuesta se encuentra, en parte, en nuestra
necesidad ancestral de tener abuelos.
La teoría, denominada “hipótesis de los abuelos activos” y detallada en
un artículo reciente de la revista científica, Proceedings of the National
Academy of Sciences, sugiere que, en los primeros tiempos de nuestra especie,
las cazadoras-recolectoras que vivían más allá de su edad fértil podían echar
una mano y proporcionar sustento y ayuda extra a sus nietos, contribuyendo a la
supervivencia de esos descendientes. La teoría también sostiene que la
actividad física fue la que ayudó a los cazadores-recolectores a sobrevivir lo
suficiente para convertirse en abuelos, una idea que tiene relevancia para
nosotros en la actualidad, ya que puede explicar por qué el ejercicio es
benéfico para nosotros en primer lugar.
Tal vez la mayoría de nosotros piensa que ya sabemos por qué debemos
ejercitarnos. Tenemos numerosas pruebas de que la actividad física de casi
cualquier tipo mejora la salud cardiaca, reduce los riesgos y la gravedad de
múltiples enfermedades y, de muchas maneras, simplemente nos hace sentir mejor.
No obstante, esos beneficios explican cómo nos beneficia el ejercicio,
“no por qué”, señaló Daniel Lieberman, biólogo evolutivo de la Universidad de
Harvard y autor principal del artículo. Lieberman, una autoridad en el papel de
la actividad física en la evolución humana, fue uno de los autores de un
estudio seminal publicado en Nature en 2004 acerca del papel de las carreras de
distancia en la evolución humana, el cual ayudó a crear el movimiento de los
corredores descalzos. También es autor del libro Exercised, publicado en 2021.
En fechas recientes, comenzó a preguntarse por qué moverse parece tener
un impacto tan diferente en nosotros en comparación con otros primates. Los
estudios realizados por Lieberman y otros investigadores revelaron que los
simios salvajes y en cautiverio suelen caminar menos de 3 kilómetros al día,
menos que el adulto estadounidense promedio, que camina unos 4 kilómetros al
día, y mucho menos que los cazadores-recolectores modernos, como los Hadzas de
Tanzania, que suelen recorrer 9 kilómetros o más al día.
A pesar de esta relativa languidez, los simios rara vez desarrollan los
tipos de trastornos relacionados con la inactividad en los humanos, como las
enfermedades cardiacas, la artritis y la diabetes. Se las arreglan para
mantenerse sanos sin mucha actividad, mientras que, por lo general, eso no
sucede en nuestro caso.
Por otra parte, solemos vivir más que los simios y la mayoría de los
mamíferos. Los cazadores-recolectores, cuya esperanza de vida se cree que es
similar a la de nuestros antepasados, suelen vivir hasta los 70 años (siempre
que sobrevivan a la primera infancia). Esto es mucho más allá de la edad
fértil, al menos para las mujeres, lo cual es inusual en la naturaleza.
Un artículo famoso de 1998, que también se publicó en Proceedings of the
National Academy of Sciences, propuso que las mujeres evolucionaron para vivir
mucho más allá de la menopausia y así ayudar a que las generaciones sucesivas
prosperaran. Esta idea, conocida como la Teoría de la abuela y aceptada
ampliamente por los antropólogos de la actualidad, describe cómo las madres
proporcionan alimentos y cuidados a sus hijos y luego, cuando estos tienen
hijos, ayudan a alimentar y cuidar a esos bebés, garantizando el éxito de las
generaciones futuras.
No obstante, Lieberman y sus colegas consideraron que la Teoría de la
abuela dejaba algunas dudas sobre qué era lo que les permitía a los humanos
vivir tanto tiempo, en comparación con muchas otras especies. Ahí es donde
entra la actividad física.
La idea es que los primeros humanos tenían que desplazarse con
frecuencia para cazar, y los que se movían más y encontraban más comida eran
los que tenían mayores probabilidades de sobrevivir. A lo largo de los siglos,
este proceso condujo a la selección de genes mejorados por la actividad física
abundante. Asimismo, la actividad física parece poner en marcha varios procesos
celulares controlados por genes que ayudan a mejorar la salud. De esta manera,
la evolución favoreció a los miembros más activos de la tribu, que solían vivir
más tiempo y podían ayudar a los nietos, fomentando la supervivencia de las
familias activas.
En otras palabras, el ejercicio es benéfico para nosotros, señalan en su
artículo nuevo, porque hace mucho tiempo, los humanos más jóvenes y vulnerables
necesitaban a los abuelos, y esos abuelos tenían que ser vigorosos y ágiles
para ayudar a mantener a los nietos bien alimentados.
El documento nuevo sobre los abuelos activos también profundiza en qué
es lo que hace que la actividad física siga siendo tan necesaria para un
envejecimiento saludable en la actualidad. Según escribieron Lieberman y sus
coautores, en primer lugar, moverse consume energía que, de otro modo, se
almacenaría en forma de grasa, la cual, en exceso, puede contribuir a
desarrollar las enfermedades de la vida moderna, como la diabetes tipo 2.
La actividad también desencadena una cascada de efectos que nos
fortalecen. “El ejercicio es un tipo de estrés”, me comentó Lieberman. Desgarra
ligeramente los músculos y tensa los vasos sanguíneos y los órganos. En
respuesta, según demuestra un amplio conjunto de estudios científicos sobre el
ejercicio, nuestro cuerpo pone en marcha una serie de mecanismos celulares que
reparan los desgarres y distensiones y, en la mayoría de los casos,
reconstruyen las partes afectadas. “Es como cuando derramas café en el piso, lo
limpias y así el piso termina más limpio de lo que estaba”, dijo Lieberman.
Esta reacción interior exagerada probablemente sea importante cuando seamos
mayores, continuó. Sin ejercicio y las reparaciones que lo acompañan, los
cuerpos humanos envejecidos funcionan peor. Nos desgastamos. No podemos cuidar
a los nietos.
Según Lieberman, la falta de ejercicio durante el envejecimiento explica
por qué hay una diferencia entre la duración de la vida humana (cuántos años
vivimos) y la duración de la salud (cuántos de esos años permanecemos con buena
salud en general).
“Solían ser lo mismo”, dijo Lieberman. En la antigüedad, un humano
inactivo no se mantendría saludable y probablemente moriría temprano. Hoy en
día, muchos podemos permanecer inactivos y sobrevivir hasta la vejez, pero es
probable que no seamos completamente saludables si lo hacemos. Nuestra herencia
genética y nuestra historia como humanos exigen ejercicio y movimiento, dijo
Lieberman. “La jubilación no es el momento de reducir la velocidad”.
Esta idea de que podemos, debemos e incluso tenemos que mantenernos
activos a medida que envejecemos, gracias a la evolución humana, es el núcleo
de la hipótesis del abuelo activo; sin embargo, por muy seductora que sea, no
es más que una teoría y es casi imposible de comprobar.
Hay expertos que cuestionan algunos de sus argumentos. La hipótesis del
abuelo activo no distingue entre hombres y mujeres, señaló Kristen Hawkes,
reconocida profesora de Antropología de la Universidad de Utah que fue la
autora principal de la Teoría de la abuela. Señaló que la investigación
original de su equipo sobre la longevidad y los abuelos se centró en las
abuelas, después de los años fértiles. Los abuelos pueden procrear hasta bien
entrada la vejez, por lo que sus roles en las familias extendidas y su historia
evolutiva serían diferentes a los de las abuelas, dijo.
La hipótesis sugiere que la actividad física influye en las personas de
maneras que pueden ser exclusivas de los humanos. “Pero la actividad física
ayuda a mejorar la duración de la salud en otras especies, como los ratones”,
comentó Michael Gurven, antropólogo de la Universidad de California en Santa
Bárbara, quien estudia la biología y la evolución y está trabajando en un libro
sobre la longevidad en los cazadores-recolectores. Sin embargo, Gurven sostiene
que “no hay duda de que la actividad física habitual puede mejorar la salud. Me
gusta que este artículo no dé por sentado este hecho, sino que se centre en
preguntar ¿por qué sucede eso?”.
La respuesta que Lieberman y sus coautores encontraron merece ser tenida
en cuenta a medida que el año 2022 avanza y le añadimos más meses y años a
nuestra vida. A través de la evolución, “fuimos seleccionados” para ser
activos, dijo Lieberman, y mantenerse activo en el aspecto físico puede ayudar
a garantizar que “la duración de nuestra buena salud coincida con nuestra
esperanza de vida”.
Fuente: New York Times
https://www.nytimes.com/es/2022/02/11/espanol/hipotesis-abuelos-activos.html
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