- Conoce
a un grupo de entrenadores de animales que trabajan para conservar la vida
silvestre y tienen como objetivo enseñar a la fauna salvaje a evitar a los
seres humanos.
- Chimpancés entrenados para
gritar al ver cazadores furtivos, cóndores que ya no se acercan a los
pueblos y osos polares que no saquean la basura humana: estos son algunos
de los logros de entrenadores que quieren salvar a especies amenazadas.
Si se menciona el entrenamiento con
animales, la mayoría de nosotros imaginamos enseñarle a un perro a sentarse
para comer algo. Sin duda, no encontramos una conexión obvia entre el
entrenamiento y la conservación. Pero, de hecho, el entrenamiento moderno de
vida silvestre basado en la ciencia remonta sus orígenes no a los caninos, sino
a los delfines, mamíferos acuáticos con quienes los entrenadores tuvieron que
idear métodos de enseñanza que no impliquen la fuerza ni requieran contacto
directo.
Hoy en día, las técnicas que se practicaron por primera vez
con delfines hace muchas décadas se usan con un sorprendente número de especies
silvestres, que van desde los chimpancés (no tan sorprendente) hasta las
mariposas (¡bastante sorprendente!). En particular, los conservacionistas están
descubriendo que las habilidades de los entrenadores de animales pueden ser
efectivas para proteger a los animales, incluso en sus hábitats naturales.
El concepto de entrenar animales salvajes en sus entornos nativos parece extraño para la mayoría de nosotros, dice Ken Ramírez, probablemente porque tenemos una idea equivocada al respecto. «Existe una enorme percepción errónea sobre qué es el entrenamiento», dice. «La definición simple de entrenamiento es la enseñanza, y la enseñanza no es algo antinatural».
Los animales salvajes les enseñan a sus crías cómo encontrar
comida y cómo evitar depredadores; están aprendiendo todo el tiempo a través de
sus interacciones con su entorno. «Lo único que hace un entrenador profesional
es ayudar a guiar ese aprendizaje».
Aprendizaje zoológico
Ramírez tiene 40 años de experiencia, incluyendo más de 25
años en el acuario Shedd en Chicago. Él escribió el libro sobre el refuerzo
positivo para el manejo de animales en cautiverio. Siguiendo estos métodos, los
entrenadores de zoológicos les han enseñado a animales de todo el mundo a
cooperar voluntariamente con procedimientos que anteriormente requerían
moderación o incluso anestesia: permitir cepillarse los dientes, recortar los cascos
e incluso inyecciones y extracciones de sangre, convirtiendo las acciones
extrañas en experiencias positivas para animales en cautiverio.
«Participan porque es un juego divertido que les han
enseñado», dice Ramírez. «Si le enseñas a un tigre a entrar en un recinto para
un examen médico, cuando ingresen al recinto les darás un gran pedazo de carne
o un juguete con el que les guste jugar, algo que hace que valga la pena que
participen«.}
Eso no es diferente de lo que sucede en la naturaleza, por ejemplo, un animal trepa una especie particular de árbol y encuentra un cierto tipo de fruta. Con el tiempo, ese animal aprende a escalar ese árbol una y otra vez a la espera del mismo resultado positivo.
Teniendo en cuenta ese hecho, cualquier animal puede ser entrenado, incluso aquellos que no consideramos «inteligentes». Ramírez, por ejemplo, entrenó una vez a 10 000 mariposas para un espectáculo donde los insectos volaron en conjunto, en el momento indicado, desde una ubicación a otra en tres grupos diferentes, en tres momentos diferentes.
«Ya sea que esté hablando de una mariposa o de un graduado de
Harvard, todos aprendemos de la misma manera», dice Ramírez.
Entrenando a distancia:
el éxito de los chimpancés de Sierra Leona
El entrenamiento de animales en zoológicos es bueno, pero la
aplicación de tales técnicas en la naturaleza tiene sus desafíos. Por ejemplo,
incluso si pudieras acercarte a los animales salvajes que deseas entrenar, no
querrías que asocien a las personas con una recompensa, especialmente porque
una de las lecciones de conservación más importantes que un animal salvaje
puede necesitar es mantenerse alejado de nosotros, porque los humanos pueden
ser muy peligrosos.
Entonces los entrenadores que trabajan con la vida silvestre deben descubrir activamente cómo recompensar a distancia, dentro del territorio de origen de una especie.
Un proyecto en curso que Ramírez ayudó a diseñar involucra una tropa de chimpancés salvajes en Sierra Leona. Los entrenadores comenzaron con un comportamiento que ya estaba presente: un chimpancé o varios chimpancés solían gritar cuando veían a un humano desconocido. El objetivo de los entrenadores: enseñar a la tropa a que todos griten a la misma vez cuando vean cazadores furtivos, produciendo un grito lo suficientemente fuerte como para ser escuchado en una estación de guardaparques cercana.
Los entrenadores diseñaron un sistema de tubos de PVC activados remotamente, capaces de dispensar comida en las copas de los árboles con solo presionar un botón. Si un chimpancé gritaba cuando veía a un vehículo o humano desconocido, se empujaba el botón y se proporcionaba un refuerzo positivo en forma de comida para todos los chimpancés.
«Los animales aprendieron que [la llegada de extraños] es la
señal para gritar a todo pulmón, y si grito a pleno pulmón aparecen insectos y
frutas», explica Ramírez. En poco tiempo, toda la tropa gritaba constantemente
en conjunto, haciendo sonar la alarma. El resultado desde que el proyecto se
implementó por primera vez en el 2000 fue una disminución del 80 % en los
chimpancés perdidos debido a la caza furtiva. La gran sorpresa fue que la
lección una vez aprendida se convirtió en parte de la cultura de la tropa: los
primates adultos han transmitido la nueva conducta a sus crías.
La exitosa
reintroducción del cóndor en California
Un primer ejemplo de entrenamiento animal que ayudó a un
proyecto de conservación a tener éxito fue la cría en cautiverio y la
reintroducción del cóndor de California. Los biólogos tuvieron el cuidado de
criar a los cóndores sin que vean a las personas para que no asociaran a los
humanos con comida y cuidados. Pero, cuando los investigadores liberaron al
primer grupo de aves criadas en cautiverio, hubo un problema inesperado.
Fue entonces cuando llamaron a Steve Martin, un entrenador de aves con décadas de experiencia, que ha ayudado a más de cien zoológicos de todo el mundo.
Martin fue llevado a un pueblo en un valle debajo del sitio de liberación, y vio el problema: «Los cóndores aterrizaban en las carreteras, casas, postes de energía y se electrocutaban», dice. «Estaban aterrizando en un pequeño café y afuera la gente estaba alimentándolos con hamburguesas y hotdogs.
Los cóndores estaban en todas partes».
Los biólogos estaban perplejos por este comportamiento
antinatural. Pero Martin supo de inmediato lo que había pasado: nunca nadie
había enseñado a estos cóndores a ser cóndores.
«Los cóndores en la naturaleza pasan dos años con sus padres.
Es entonces cuando aprenden las habilidades para sobrevivir. Aprenden cómo
evitar el peligro y encontrar comida», dice. Ahora los científicos «tomaron a
estos jóvenes cóndores sin la guía de los padres y los enviaron a la naturaleza
con solo una palmadita en la espalda y con buenos deseos».
Para sacar a las aves del pueblo, los biólogos usaron
mangueras y pistolas de agua. Pero las aves solo aprendieron a temer a los
científicos. «Los vecinos pueden acercarse a ellos, pero ven nuestros carros y
uniformes y vuelan», le dijo a Martin un conservacionista frustrado que trabajó
en el proyecto entre 2000-2010.
Martin reconoció el problema: «Estaban haciendo la pregunta incorrecta: ‘¿Cómo impedimos que los cóndores vayan al pueblo?’ La pregunta correcta era: ‘¿Qué queremos que hagan?’ En vez de tratar de castigar el comportamiento de ir al pueblo, enfócate en el comportamiento que deseas, el cual es que permanezcan en las montañas».
Parte de la solución fue cambiar la forma en que las aves
liberadas fueron abastecidas. Inicialmente, después de ser liberadas, habían
estado obteniendo el mismo tipo de alimento a la misma hora en los mismos días.
Martin instruyó a los científicos a comenzar a proporcionar una variedad de
alimentos en momentos aleatorios. «Al incorporar cierta variabilidad, tipo,
cantidad y ubicación de los alimentos, hacemos que [los cóndores] piensen en
ello», dice. Y sabiendo que la comida podría aparecer en cualquier momento en
el lugar de abastecimiento en la naturaleza, vale la pena quedarse y esperar.
Otra lección crucial: el equipo tuvo que intervenir como
padres y enseñarles a los cóndores que los humanos son potencialmente
peligrosos, incluso a distancia, para mantenerlos lo suficientemente lejos como
para evitar que les disparen.
Apareció una oportunidad de enseñanza: mientras los cóndores estaban en corrales de preliberación en las montañas, los investigadores necesitaban agarrar a las aves unas cuantas veces para poder colocarles etiquetas de identificación y hacerles pruebas de salud. Para enseñarles aversión hacia los humanos, dos personas, las primeras que hubieran visto las aves, se acercaban por un camino cercano. Inmediatamente, los cuidadores se apresuraban a meterse en los corrales para atrapar a las aves, colocarles las etiquetas y hacerles pruebas.
«La primera vez que los cóndores vieron a la gente por ahí
[en el camino], solo tenían curiosidad y se sentaron en sus perchas. Luego
catorce personas entraron al corral con redes y los cóndores simplemente se
sentaron allí mirándolos, sin saber qué eran», recuerda Martin, y esas
«personas literalmente podían acercarse a un cóndor y agarrarlo por la pierna o
el ala».
Pero las aves definitivamente aprendieron de ese primer encuentro. El siguiente par de veces se repitió el proceso, la mayoría de ellos se inquietaron tan pronto como vieron a la gente en el camino. «Entonces entraron esas catorce personas, y esta vez fue muy difícil atrapar a esos cóndores».
La técnica fue en última instancia efectiva. Después de la
liberación, algunas aves se acercaron a las personas y tuvieron que ser
llevadas para su reentrenamiento. Pero la mayoría había aprendido la lección, y
algunos de esos cóndores todavía están por ahí, desempeñando su papel en una
historia de conservación de gran éxito.
Entrenadores en la
naturaleza: los osos polares
Aunque los cóndores fueron entrenados antes de ser liberados,
Ramírez ha resuelto un problema similar con los osos polares salvajes en un
proyecto que tuvo lugar entre 2009-2015. La solución tradicional para los osos
que van a los pueblos para alimentarse ha sido colocar guardias y disparar
proyectiles de petardo cuando uno es visto. Eso asusta a los grandes
depredadores por un momento, pero no tiene efecto a largo plazo: los mismos
osos regresarían una y otra vez —algunos pueblos experimentando más de 300
encuentros por año, una amenaza potencial para los animales y las personas.
Ramírez vio que mientras la gente del pueblo tenía la idea
correcta al usar tácticas de miedo, el tiempo fue inadecuado. «Esto es lo que
sabemos sobre el comportamiento: se pueden realizar cambios permanentes en el
comportamiento si uno enseña de la manera correcta», dice. «Si de todas maneras
vas a asustar al oso, espera a asustarlo hasta que relacione [el susto] a algo
humano».
Hacer ruido cuando uno ve a un oso por primera vez en una carretera cerca de un pueblo no le enseña nada útil. En cambio, dice Ramírez, espere a que su hocico toque un basurero, una reja, la rueda de un camión, algo humano. ¡Entonces asústalo! Piense: un compañero de piso te espera emboscado y te grita cada vez que te acercas a la refrigeradora para tomar un refrigerio tarde en la noche.
«A veces solo tiene que suceder una vez, pero ahora sabe:
necesito evitar las cosas humanas», dice. «No lastimas al oso; lo asustas como
lo hacías antes, pero ahora usas los principios de comportamiento para
sincronizar ese incidente aterrador con algo que quieres que siempre evite».
Opciones fáciles vs. Difíciles
Ramírez dice que determinar el razonamiento detrás del
entrenamiento exitoso de la vida silvestre no es un misterio, a menudo es muy
familiar: «Como todos nosotros, si tenemos la opción entre hacer algo de la
manera fácil y hacerlo de la manera difícil, la mayoría de nosotros tomaremos
el camino fácil. Entonces, eso es lo que haces para ayudar a los animales a
tomar la decisión correcta. Hacer más fácil la elección que quiere que escojan.
Haga más difícil la elección que desea que dejen de hacer».
Tomemos a los osos polares, por ejemplo. Al principio, las
fuentes de alimentos para humanos eran de fácil acceso. Los entrenadores
hicieron esa elección más difícil para los osos de dos maneras: no solo las
tácticas de miedo se hicieron más oportunas para asociarse con la fuente de
alimentos en sí, sino que también se alentó a la gente del pueblo a proteger
mejor los contenedores de basura, basureros y otros artículos que atraían los
animales.
El método del palo vs.
el de la zanahoria
Al crear momentos de enseñanza para mejorar los esfuerzos de
conservación, los entrenadores emplean una variedad de métodos para ayudar a la
vida silvestre a reconocer y evitar situaciones peligrosas. Pero tanto Ramírez
como Martin están de acuerdo en que lo mejor es buscar primero la manera de
recompensar un comportamiento deseado, en lugar de castigar un comportamiento
indeseable.
Ramírez ha pasado la mayor parte de su carrera tratando de
convencer a la gente de entrenar a sus perros usando refuerzos positivos. Y
Martin señala que los estudios científicos han demostrado que entrenar a las
mascotas con el castigo puede tener consecuencias adversas.
Pero cuando está en juego la supervivencia de un animal salvaje, se deben tener en cuenta todas las herramientas posibles, incluida la creación de una experiencia desagradable momentánea para hacer que un comportamiento peligroso no sea atractivo. La clave es elegir la herramienta adecuada para la tarea correcta en el momento correcto. «Siempre estamos buscando cómo usar el refuerzo positivo para obtener lo que queremos, pero si vamos a usar algo aversivo, usamos principios de comportamiento sensatos para que el animal aprenda algo en ese encuentro», dice Ramírez.
Por supuesto, agrega, las experiencias de aprendizaje
agradables y desagradables son comunes en la naturaleza. «Si un animal escapa
de un depredador, ese animal aprende rápidamente cómo detectar [al] depredador
y cómo evitarlo». El entrenamiento de aversión aplicado por humanos puede
suceder de forma rápida y humana, y aunque los animales pueden no disfrutar del
momento de enseñanza, nunca está en peligro real.
Los entrenadores de animales enfatizan una gran diferencia
entre entrenar a un perro y enseñarle a un oso polar a no meterse en la basura:
los proyectos de conservación no están diseñados para acercar a personas y
animales. «A menudo, con la vida silvestre, uno desea enseñarles a tenerle
miedo a las personas», dice Ramírez, un comportamiento que en última instancia
puede salvarles la su especie.
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