INTRODUCCIÓN
En este artículo la palabra “contemplar” se define como un
acto espiritual de ponerse en contacto directo, íntimo y profundo con un ente,
puede ser con Dios o con otro aspecto de la existencia. Por ejemplo, uno puede comer
contemplativamente, sintiendo y deleitando de los ricos sabores de los
alimentos, o puede comer pensando en un problema a resolver o viendo la TV, en
tales casos tendría poca comunicación íntima con la comida. A continuación se
sugiere que los y las docentes pueden ser mejores educadores/as si es que
asumen una actitud contemplativa frente a: ser humano, naturaleza y tiempo.
CONTEMPLAR AL SER HUMANO
El producto final del proceso de aprendizaje no es un
artefacto (carro, televisor, zapatos, etc.), sino un ser humano. Entonces, en la planificación y ejecución de
sus clases, un/una docente debería recordar que sus estudiantes no son
artefactos hechos según un modelo ideado por otra persona, sino tienen dentro
de sí un diseño único que quiere nacer y desarrollarse. Si bien es cierto que
los niños, niñas y adolescentes asumen muchos ideas, actitudes, costumbres y
valores del ambiente en que se crían y educan, también es cierto que son
capaces de formar sus propias ideas y criterios, lo que puede significar
aceptar o rechazar los valores que se les proponen. Son seres auto
determinantes que tienen su propia manera de ser, producto de un Dios creador
que ha soñado un universo diversificado de personas únicas, cada una de las
cuales hace presente de manera distinta Su presencia.
En la Escuela compartimos con ellos lo mejor que tenemos, pero todo esto dentro de un ambiente democrático, de respeto y de diálogo que propicia la formación de individuos pensantes. Se puede comparar a un/una docente contemplativo/a con un/una jardinero/jardinera que cuida las plantas, dándoles todo lo que necesitan para crecer, pero que reconoce que cada planta tiene grabada dentro de sí su propia individualidad. Con toda humildad, respeta la naturaleza de las plantas y se alegra de poder ser un instrumento eficaz para lograr su desarrollo sano.
CONTEMPLAR A LA NATURALEZA
Si la misión de los/las docentes es principalmente animar y
acompañar a sus estudiantes para que descubran el misterio de su propio ser,
frente a la Naturaleza también deberían ser personas contemplativas. Esto significa saber maravillarse de las
cosas del entorno: de la araña que, con suma facilidad y perfección, teje su
telaraña, del árbol que tan generosamente produce abundantes frutos; del
picaflor que, con admirable equilibrio, se suspende en el aire para chupar el
néctar de las flores; del corazón que late 70 veces por minuto para hacer
circular la sangre por todo el cuerpo; de tantas cosas que recibimos de la
naturaleza que responden a nuestras necesidades físicas y estéticas y que nos
hacen gozar de la vida.
Por otro lado, somos herederos no solo de lo que la naturaleza nos proporciona directamente, sino de lo que la tecnología humana ha podido desarrollar. Podemos maravillarnos de la TV y la radio que traen entretenimiento e información a nuestros hogares; de la computadora que está revolucionando el mundo de las comunicaciones; del avión que traslada largas distancias a una gran cantidad de personas en pocas horas; de algo tan sencillo (aparentemente) como un lapicero que facilita nuestra labor educativa; y de muchas otras creaciones del ser humano de las cuales somos beneficiarios y que nos hacen la vida más cómoda, placentera y eficiente.
Con esta actitud contemplativa, un/una docente vivirá más intensamente su propia existencia y, a la vez, tendrá muchísimo más que compartir con sus estudiantes. No es cuestión de compartir esta riqueza dictando apuntes, sino de armar sesiones de enseñanza-aprendizaje de tal manera que los mismos estudiantes, poco a poco y según su propio ritmo, vayan descubriendo lo maravillosa que es la vida y lo entretenido e interesante es aprender.
Un/una docente contemplativo/a de la Naturaleza será muy perceptivo/a y sensible y encontrará en su entorno cosas sencillas que servirán como material didáctico, barato y eficaz (poemas, lecturas, invitados, música, videos, una flor, etc.), para animar a sus clases, y fomentará la creatividad de sus estudiantes para confeccionar su propio material educativo. A la vez sabrá convertir cualquier ambiente (jardín, mercado, museo, fábrica,…) en un lugar donde sus estudiantes se encontrarán con la Naturaleza: escuchando su voz, decodificando sus aprendizajes y sabiduría, haciéndole preguntas y sintiendo la paz y el cariño que les brinda. Dentro de este tipo de ambiente educativo, los/las estudiantes participarán plenamente en el desarrollo de las sesiones de aprendizaje, descubrirán sentido y utilidad en las cosas de su propio entorno, y estarán preparándose para ser personas útiles para sí mismas y para los demás. Sabrán crear sus propias micro y pequeña empresas y/o desempeñarán un trabajo inteligente y creativo trabajando en las grandes compañías.
CONTEMPLAR AL TIEMPO
¿Qué es para nosotros el tiempo? Frecuentemente, muy frecuentemente, es algo que
no nos alcanza. Tenemos tanto que hacer y el tiempo se nos hace corto. Andamos todo el día dosificando el tiempo,
sintiéndonos angustiados/as porque queremos lograr tanto y no podemos, porque
tal o cual persona requiere de nuestra atención, o tenemos que resolver un
problema urgente, etc. Fácilmente el
tiempo se convierte en nuestro enemigo.
Algo semejante sucede con nuestro quehacer en la
escuela. Tenemos todo un programa que
avanzar y el tiempo se nos escapa. Hay
tantos temas que enseñar, nuestros estudiantes no tienen la base necesaria, se
pierden tantas clases por razones de feriados, actuaciones, etc. Entonces, aparentemente no hay otra
alternativa sino avanzar rápidamente el
desarrollo de los temas, suprimir las prácticas, obviar las preguntas e
intervenciones
participativas de los/las estudiantes; todo se sacrifica para
que se logre el supuesto objetivo principal del curso: “CUMPLIR EL
PROGRAMA”.
Pero, ¿qué significa cumplir el programa? Para algunos profesoras/profesores, quizás para muchos, significa que el cuaderno de sus estudiantes sea una copia fiel del suyo, o que consiste en la transmisión de un conjunto de conocimientos y poco más. Y, ¿por qué? Porque así ellos/ellas han sido formados/as, porque es lo que los padres de familia, el Director o las autoridades educativas piden, porque en las supervisiones (que generalmente son de papeles) lo único que se supervisa es el avance del programa, porque los/las estudiantes tienen que tener la base para los cursos del siguiente año, porque los estudiantes tienen que ingresar a centros superiores de estudios (los pocos que postulan, los pocos que ingresan, los pocos que terminan), porque los/las docentes se evalúan a sí mismos/as por el criterio de haber cumplido el programa oficial.
Pero, tenemos que preguntarnos si lo más importante del proceso de aprendizaje es la transmisión de conocimientos. Cuando hablamos del perfil de los/las educandos/as que queremos formar, generalmente no ponemos en primer lugar la memorización de conocimientos, sino hacemos hincapié de otros criterios: pensar críticamente, saber aprender, ser solidario, amar y proteger a la Naturaleza, poder relacionarse con otras personas, etc. Estas son las cualidades que generalmente figuran en el perfil educativo, pero, desgraciadamente se olvidan porque el tiempo no alcanza. Entonces, a la luz del factor tiempo, el perfil del educando corre el peligro de limitarse a un conjunto de conocimientos superficialmente comprendidos.
Pero, un/a docente que toma una actitud contemplativa frente al tiempo no enseña así. Para ellos/ellas el tiempo no es un enemigo, no es solo un espacio para avanzar una serie de temas, no causa angustias y preocupación. El tiempo, bien entendido, puede ser un amigo que nos proporciona la oportunidad de disfrutar del proceso educativo, poniéndonos en contacto con las cosas maravillosas que la vida nos ofrece. Cada momento puede ser una oportunidad de encontrar las maravillas de la vida, de sentir que sí vale la pena existir, de descubrir la gran sabiduría que existe en todas las cosas.
Cuando lo que hacemos es motivado por un proceso de descubrimiento relacionado con la vida y su significado, entonces participamos con gozo y entusiasmo y sentimos el deseo de esforzarnos. Pero, cuando lo único que se nos ofrece es cumplir con una serie de tareas que aparentemente tienen poco o nada que ver con la vida cotidiana, y que nos obligan a recordar o memorizar muchos datos que no se entienden o que no interesan, entonces nos sentimos aburridos y desganados y, en realidad, aprendemos muy poco. De otra manera, lo que se aprende haciendo, descubriendo y participando satisfactoria y activamente, no se olvida jamás. Es un aprendizaje para toda la vida, y, entonces, es un buen uso del tiempo.
Si para el/la educador/a el tiempo solo significa
cumplir tareas, siempre se sentirá frustrado/a; pero
si lo trata como un espacio para disfrutar de la vida,
vivirá feliz y hará felices a sus educandos/as.
CONCLUSIÓN
En el presente artículo lo que se quiere comunicar es que la vocación
docente es una vocación contemplativa, y vivida así, tanto los profesores y las
profesoras, como sus estudiantes, son favorecidos/as. Los/las estudiantes se favorecen porque
descubren su propio valor y capacidad como personas, se ponen en contacto con
lo maravilloso de las demás personas y las cosas de su mundo, encuentran
sentido en lo que hacen en sus centros educativos y,
por ende, disfrutan del tiempo que pasan allí. Y, por añadidura, adquieren muchos conocimientos
sin tener que memorizarlos, porque
están construidos en sus mentes,
sus corazones y sus
sentidos por el hecho de haberlos experimentado en carne propia, dentro de un ambiente de participación
democrática. Y el/la docente se
favorece porque tiene menos problemas disciplinarios, no siente angustia por
avanzar el programa, y descubre que, en realidad, sus estudiantes se sienten
satisfechos/as y capaces, participan con agrado en el desarrollo de las clases,
manifiestan cada vez mayor confianza en sí mismos/as y pueden aprender por su
propia cuenta los temas que, en realidad, más les interesan.
Hno. Diego Glos Olszewski
Hno. Diego Glos Olszewski
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