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"No me gusta la victimización. Las mujeres indígenas no podemos presentarnos siempre como las pobrecitas, las que no sabemos, no podemos", dice la peruana Tarcila Rivera Zea, quien encabeza el Foro Internacional de Mujeres Indígenas.
"A eso nos llevó la negación
de oportunidades, pero cuando levantamos esa barrera, tenemos todas las
capacidades para desarrollarnos y aportar a la economía de la familia y del
país".
Y mucho más. En las últimas
décadas, han conquistado múltiples espacios y son muchas las que con sus
liderazgos han tenido un impacto clave en sus comunidades y países.
En el Día de la Mujer, BBC Mundo
aborda las luchas y aportes de tres de ellas.
Rosalina Tuyuc, por la paz
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"Ha sido un gran privilegio trabajar con Rosalina Tuyuc por muchos años", dice Adriana Quiñones, representante en Guatemala de ONU Mujeres. (Foto: 2016) |
"Por más de 30 años,
Rosalinda Tuyuc ha trabajado por la paz de Guatemala", le dice a BBC Mundo
Adriana Quiñones, representante en ese país de ONU Mujeres, la entidad de la
Organización de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el
Empoderamiento de la Mujer.
Con la Coordinadora Nacional de
Viudas de Guatemala (Conavigua), "puso en la agenda global lo que estaba
pasando" en su país.
"Ellas empezaron la búsqueda
de desaparecidos y poco a poco le dieron a conocer al mundo fosas comunes y
matanzas de miles de personas".
Se estima que el conflicto armado
en Guatemala (1960-1996) dejó aproximadamente 200.000 muertos y 45.000
desaparecidos.
"Como ningún gobierno se ha
comprometido con las víctimas del genocidio para buscar a los desaparecidos,
las mujeres tomamos un azadón, una piocha, para escarbar en los cementerios
clandestinos y buscar a nuestros padres, esposos, hijos", le señala Tuyuc
a BBC Mundo.
"Es duro abrir una fosa
clandestina y no encontrar al familiar, pero una de las grandes satisfacciones
es ayudar a otras familias a encontrar a sus muertos".
Además de la exhumación de
cadáveres, el proyecto que lidera Tuyuc ha construido un monumento en honor a
esas víctimas.
"En la cosmovisión maya no
puede haber descanso hasta que haya un entierro apropiado y ella le ha dado esa
paz a más de 300 familias", señala Quiñones.
En 1982, el padre de Tuyuc fue
secuestrado y desapareció. Lo mismo sucedió, tres años después, con su esposo.
Cuando pensaba que ya "no
podía aguantar más dolor", sacó fuerza y, en 1988, ayudó a crear
Conavigua.
Atreverse
Pero el de los desaparecidos no
fue el único trauma que Tuyuc quiso ayudar a enfrentar.
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En el interior del monumento, Tuyuc coloca su mano sobre el nombre de su padre, Francisco Javier Tuyuc Bal, quien desapareció durante el conflicto armado. |
"Hubo mujeres que vieron que
sus familiares eran torturados y asesinados, otras que vieron cuando violaban a
sus hijas, de 5, 8 años o señoritas, o cuando violaban a sus madres",
cuenta la líder.
Muchas otras "se sentían
avergonzadas, culpables de la violación que sufrieron una y otra vez por los
militares, por grupos paramilitares".
En los primeros años "la
principal lucha era defender la vida y detener las masacres y
persecuciones", ya organizadas comenzaron a "preparar mental y
espiritualmente a las mujeres para hablar, recordar horas, días,
responsables".
"En los años 90, tocamos las
puertas de la Justicia. Fuimos 32 mujeres mayas que se atrevieron a dar sus
nombres y sus caras a los tribunales para denunciar a los agresores de la
violencia sexual y de otros delitos".
Califica de "muy
valiente" ese "peregrinaje" de las mujeres.
"No sólo era hablar del
esposo y del hijo desaparecidos, de la quema de la casa y la cosecha, sino de
lo que a ellas les pasó".
ONU destaca esa dolorosa apertura.
Romper el silencio
Gracias a esas luchas que mujeres han roto el silencio y que Guatemala tiene una de las sentencias mas emblematicas sobre la sentencia sobre violencia sexual en el conflicto, indica Quiñones.
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En 2012, un grupo de mujeres se movilizó en Ciudad de Guatemala para protestar contra la violencia de género y para recordar a las víctimas del caso de la base militar Sepur Zarco. |
Se trata de la sentencia de Sepur Zarco, nombre de la comunidad donde hubo "un destacamento militar que esclavizó sexualmente, por seis años, a un grupo de mujeres mayas q'eqchi'".
Tras más de 15 años de lucha, las
víctimas consiguieron una sentencia con 18 medidas de reparación, "algo
inédito en Guatemala y en el mundo".
Conavigua estima que alrededor de
60.000 mujeres sufrieron violencia sexual durante el conflicto.
Aunque "a partir del año
2000 muchas mujeres se abrieron más porque se les apoyó y se les ayudó a
entender que no fue su culpa —cuenta Tuyuc—, hay varias que fueron violadas y
que nunca aparecerán en las estadísticas".
"Y siempre las recordaremos
con mucha dignidad".
Para los guatemaltecos
En 1995, Tuyuc fue electa
diputada del Congreso de Guatemala y en 2004 presidió la Comisión Nacional de
Resarcimiento para investigar los delitos cometidos durante la guerra civil.
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"De aquí exhumamos 226 cuerpos, 173 de ellos no fueron identificados", dijo Tuyuc, en un reportaje de ONU Mujeres publicado en 2019. |
"Generó coaliciones importantes y ayudó a construir toda esa institucionalidad que vino después de los acuerdos de paz. Eso fue para todos los hombres y mujeres de Guatemala".
Esa trascendencia la refleja la
periodista Lucía Escobar en una columna de opinión de elPeriódico, titulada
"Rosalina, imprescindible".
"A ella le debemos el fin
del reclutamiento militar forzoso que afectó negativamente a generaciones
enteras de adolescentes indígenas que fueron obligados a entrar en el
ejército", se lee en el artículo.
Y Tuyuc se enorgullece de ello,
aunque no habla en primera persona: "Hemos contribuido a la
desmilitarización de la sociedad. Fuimos las mujeres las que defendimos la
voluntariedad del servicio militar".
"Hoy la juventud se siente
libre de caminar, pero durante muchos años no fue así".
Y es que en pleno conflicto,
evoca Quiñones, "niños y jóvenes, reclutados forzadamente, tuvieron que
cometer crímenes atroces".
Más que una huella
Conavigua posee una escuela para
diferentes niveles y edades.
En los 90, cuenta Tuyuc,
"fue sorprendente ver cuántas abuelas de 50, 60 años" querían
aprender a leer y escribir.
"Ya no sólo ponen su
huella", cuenta.
La formación incluye liderazgo y
empoderamiento de niñas y mujeres.
"Con esta pandemia, sin la
agroecología comunitaria no hubiésemos podido sobrevivir. Cuando el gobierno
decretó el confinamiento, el conocimiento y el trabajo agrícola de las mujeres
sirvieron para alimentar a las familias".
Los programas de la organización
llegan a más de 40 comunidades. "Poco más de 5.000 mujeres siguen
adquiriendo confianza y participando".
Y es que como ella lo plantea: no
sólo le perdieron el miedo a reclamar, sino a la muerte, que vieron de
"cerca".
Tuyuc —dice Quiñones— "es
una luz para todas las mujeres".
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En esta foto de 2017, como presidenta del Foro Internacional de Mujeres Indígenas, Rivera ofrecía una rueda de prensa en las Naciones Unidas, en Nueva York |
"Una vez, un embajador de Finlandia me invitó a una cena a su casa y me dijo: 'Ponte acá junto a mi esposa'. Le pregunté por qué, y me respondió: 'Porque te voy a presentar a tu sociedad'", le cuenta Rivera a BBC Mundo.
"Iban llegando los
ministros, las personalidades de Lima, y les decía: 'Tarcila Rivera Zea es
quechua, una lideresa muy conocida, lástima, internacionalmente y no en el
Perú'".
Eso sucedió hace 20 años y aunque
hoy es considerada una destacada líder indígena en su país, Rivera dice que aún
falta para la normalización: "Nuestras sociedades son fragmentadas. Por
eso, ponemos sobre la mesa las diversas expresiones del racismo".
"El racismo, visto como un
ejercicio de poder frente al otro —seas mujer, indígena o tengas otra
característica—, se convierte en una forma de discriminación".
"Persona peligrosa"
La líder ha trabajado por los
pueblos indígenas de Perú desde los años 80, una década marcada por un
conflicto armado que, en casi 20 años, dejó unos 69.000 muertos y
desaparecidos.
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El conflicto interno de Perú marcó con muerte, desapariciones, violaciones, desplazamientos, a muchas comunidades indígenas. |
"Para el ejército, los indígenas éramos terroristas y para Sendero Luminoso, éramos los lacayos del imperialismo", recuerda.
"No podíamos hablar, yo tenía
prohibido ir a mi comunidad" porque para ambos bandos. "Era
(considerada) una persona peligrosa".
"Hubo comunidades
desplazadas, desaparecidos, perseguidos, asesinados y en ese proceso, las
mujeres perdimos mucho: (hubo) niñas y mujeres "terriblemente
abusadas".
En 1985, para proteger a niños
quechuas cuyos padres habían sido asesinados, fundó la organización Chirapaq.
Con sus comedores, ayudó a su
nutrición, a reafirmar su identidad cultural y su autoestima, reconoce el Fondo
de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
"Quienes participaron de
esta experiencia son hoy padres de familia y líderes positivos para sus
comunidades", añade el organismo.
"Las violencias"
Al inicio de los 90, Rivera
sentía que, pese al esfuerzo de las mujeres, el movimiento indígena las
excluía.
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Decenas de niños indígenas quedaron huérfanos durante el conflicto armado de Perú. Chirapaq, la organización fundada por Rivera, le brindó asistencia a un grupo de ellos. |
"Éramos totalmente
invisibles porque no había liderazgos claros y, si había, eran masculinos".
"Ahora no. Hay muchas
mujeres de diferentes partes del país que aunque no sepan castellano, leer y
escribir, expresan lo que no es correcto, lo que debe cambiar. Levantan su voz
por la Justicia, por el respeto a la vida, a la naturaleza".
Para alcanzar esta nueva
realidad, Rivera y su generación fueron fundamentales.
"Estamos contra el embarazo
adolescente y la violencia sexual de las niñas en las escuelas. Todavía hay
países donde niñas de 12 años forman pareja o son entregadas".
"Las que presencian ese tipo
de aberraciones ya son capaces de decir que es incorrecto, que no queremos eso
para nuestras niñas".
Denuncia "las
violencias" porque no sólo es la violencia doméstica y sexual, sino la
institucionalizada, la que las excluye, por ejemplo, de políticas públicas o la
que las despoja de sus territorios y recursos naturales.
Actores económicos
A lo largo de las décadas, Rivera
ha llevado planteamientos y propuestas de las indígenas de la región a
instancias internacionales.
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Rivera ha recibido reconocimientos en su país así como también de Unicef, la Fundación Ford y la Fundación Sacred Fire por su contribución a la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. |
En 1995 participó en la Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín, que —según la ONU— fue "un importante punto de inflexión" para la agenda de igualdad de género.
Rivera Zea es presidenta de
Chirapaq, presidenta del Foro Internacional de Mujeres Indígenas y Coordinadora
del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas, y entre 2017 y
2019 fue miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las
Naciones Unidas.
"Desde sus múltiples
pertenencias y espacios de influencia, el liderazgo de la señora Rivera Zea ha
sido primordial para visibilizar y posicionar a las mujeres indígenas como
agentes de desarrollo y actores políticos con voz propia", le indicó BBC
Mundo Barbara Ortiz, especialista de la Oficina Regional de ONU Mujeres para
las Américas y el Caribe.
En Chirapaq, la líder también
impulsa el empoderamiento económico de las mujeres.
En la pandemia, junto a ONU
Mujeres, ha implementado una iniciativa que brinda asistencia técnica e insumos
para biohuertos y sistemas de riego para mejorar "la seguridad alimentaria
de más de 800 familias", señaló Ortiz.
"Las hermanas"
Cuando Rivera salió de su
comunidad, tenía 10 años y no hablaba castellano.
El trato que recibió como
empleada doméstica la marcó. Dice que le surgió "una especie de
rebeldía" y un ansía por aprender a leer y escribir.
Cuando sus padres perdieron a su
hermano recién nacido, no pudieron solicitar que se investigara su muerte,
porque no hablaban castellano.
"Mi madre murió analfabeta,
con un cáncer de ovario. Nunca creyó en los médicos".
Al hablar de derechos sexuales
reproductivos o de la salud de las mujeres, sugirió incluir la diversidad
cultural.
"Si las políticas que se dan
a nivel global no bajan a cambiar la situación en nuestros lugares, no tienen
sentido. Esa es la filosofía con la que he tratado de contagiar a las
hermanas".
Lottie Cunningham, la abogada de la tierra
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"Hemos sufrido pérdidas continuas de territorios y eso ha provocado un desplazamiento forzoso", señala Cunningham. |
Una de las ideas más esclarecedoras que he escuchado sobre cómo ven la tierra las comunidades indígenas me la dijo Lottie Cunningham, cuando recordó su participación en la primera causa judicial sobre derechos colectivos de los pueblos indígenas de Nicaragua ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).
"El presidente del Consejo
de Ancianos me dijo: 'Por ser mujer, vamos a confiar en usted porque la tierra
es la Madre Tierra, pero no estamos de acuerdo con el lenguaje de demarcación y
titulación.
Nosotros queremos un título como
un todo porque si vos hablás de demarcación es como si vos tuvieras tu cuerpo y
empezás a desmembrar tus brazos, tus piernas, tu cabeza… Y no, la Madre es un
todo, es un cuerpo, por eso no creemos en la demarcación porque queremos tener
siempre unida a la familia indígena'".
Cunningham, del grupo indígena
miskito, combinó las enseñanzas de sus antepasados con sus conocimientos de
historia y derecho para presentarle su perspectiva a la autoridad indígena.
"Le dije: 'En esta ocasión
necesitamos tratar de tener un control sobre nuestras tierras y para eso
tenemos que utilizar algunos términos del lenguaje occidental, sin quebrantar
los principios y los derechos humanos de los pueblos indígenas'".
La justicia
Y es que en 2001, la Corte IDH
había emitido una sentencia a favor de la comunidad Awas Tingni, en la que
declaró que el Estado, tras otorgar una concesión maderera sin su
consentimiento, había violado sus derechos.
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Cunningham ha llevado los planteamientos de las comunidades indígenas de su país a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. (Foto: 2019) |
Se le ordenó a Nicaragua demarcar y titular los territorios indígenas y Cunningham inició el trabajo para implementar dicho dictamen.
No sólo fue clave en la
presentación del caso, sino en negociaciones posteriores entre los indígenas y
el Estado.
Ese proceso y la sentencia
"han sido citados a menudo por otros grupos indígenas en procesos
judiciales por derechos humanos o derechos de propiedad de la tierra y han
contribuido al avance de los derechos territoriales de las comunidades
indígenas en todo el mundo", señala la Fundación Right Livelihood Award,
que le concedió en 2020 el llamado Nobel Alternativo.
Y es que, como le dijo Cunningham
a la DW, "por primera vez en la historia, una corte dictó una resolución
con una interpretación evolutiva, donde reconoce el derecho de la propiedad
colectiva, con una perspectiva en la que prevalecen el uso y tenencia de la
tierra desde la cosmovisión indígena".
La enfermera
Antes de ser abogada, Cunningham
fue enfermera por 10 años, hasta que se dio cuenta de que no tenía
"espacio para incidir en políticas públicas a favor de los pueblos
indígenas".
Al consultarle a los líderes indígenas sobre la situación en sus comunidades, apareció como prioridad la defensa de sus territorios.
Y en 1997, se dio cuenta de algo:
"La primera vez que me reuní
con unas comunidades, me sorprendió estar en un aula de escuela sólo con
hombres".
Las mujeres, afuera, procuraban
escuchar.
"Pregunté por qué no había
mujeres adentro y me dijeron que las mujeres no eran las que atendían lo relacionado
con la defensa de la tierra".
"¿Y qué soy yo?",
cuestionó. "¿Por qué hay confianza en mí y no en ellas que son sus madres,
esposas, hijas?".
"Me dijeron que mi situación
era diferente y les dije que no, que era indígena y que en la próxima reunión
quería ver a 10 mujeres junto a los hombres".
Así empezó un proceso difícil,
pero que ha dado frutos.
"Lo más bonito es acompañar
a las comunidades, escuchar a las mujeres y empoderarlas", no sólo para
que participen en la toma de decisiones sino en actividades productivas.
Los riesgos
En 2003, Cunningham creó el
Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua
(Cejudhcan).
En su discurso de aceptación del Nobel Alternativo, dijo que los pueblos indígenas y afrodescendientes de su país viven en 304 aldeas.
"El 90% de nuestros
territorios enfrenta la invasión masiva de colonos, la mayoría de ellos
acaparadores de tierras armados. Estos colonos talan nuestros bosques, extraen
nuestros minerales y crían ganado en nuestras tierras.
Están expulsando a mi gente de
sus tierras de cultivo y de sus aldeas, donde solían realizar actividades
tradicionales como la caza, la pesca y la recolección de plantas
medicinales".
Cunningham le cuenta a BBC Mundo
que ha temido por su vida.
En 2017, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos le solicitó al gobierno de Nicaragua que
adoptara "las medidas necesarias" para garantizar su vida e
integridad personal y para que "pueda desarrollar sus actividades como
defensora de derechos humanos sin ser objeto de actos de violencia, amenazas y
hostigamiento".
Esa instancia, decía en 2018,
"observa que los graves hechos de violencia que han tenido lugar en la
región de la Costa Caribe Norte han incluido presuntos secuestros, asesinatos,
agresiones sexuales, amenazas, incendios de viviendas, robos, emboscadas y
ataques a pobladores".
En 2020, volvió a expresar su
preocupación.
Más allá de Nicaragua
El Nobel Alternativo le fue
otorgado "por su incansable dedicación a la protección de los territorios
y las comunidades indígenas frente a la explotación y el saqueo".
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Cunningham en la ceremonia de premiación de los Right Livelihood Award, celebrada en diciembre de 2020. |
"La lucha de Lottie no es solo por su gente y su tierra, es una lucha por todos nosotros, y aun así ellos son los más afectados por el acoso y la violencia que impulsa la codicia", le dice a BBC Mundo Kajsa Overgaard, subdirectora de la fundación sueca.
Y también por "los huracanes
y las inundaciones, que son el resultado de nuestra forma de vivir y nuestros
patrones de consumo".
"Si el mundo occidental,
cuando conoció por primera vez a las comunidades indígenas, hubiera escuchado
realmente a mujeres como Lottie y hubiera aprendido a vivir en armonía con la
Madre Tierra, habríamos evitado las crisis climáticas de hoy".
"Pana pana en miskito significa solidaridad y quiere decir que
tenemos que vivir de forma colectiva, actuando juntos, pensando en comunidad,
no en el lucro".
"¿Podemos empezar a escuchar atentamente y aprender de líderes indígenas sabias como Lottie?", se pregunta Overgaard desde Suecia.
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