Publicado BBC Mundo 08/09/2019
En 1860, Robert Burke y William Wills llevaron a cabo la
primera expedición europea por el hasta entonces mayormente desconocido
interior de Australia.
No les fue muy bien. Debido a una combinación de liderazgo
pobre, mala planificación y mala fortuna, Burke, Wills y su compañero de viaje
John King se quedaron sin comida en el trayecto de regreso.
Quedaron varados en un arroyo llamado Cooper's Creek, ya que
no pudieron encontrar la manera de transportar suficiente agua para cruzar un
tramo de desierto hasta el puesto colonial más cercano, llamado irónicamente el
Monte Hopeless (Sin Esperanza, en inglés).
"No hemos podido abandonar el arroyo", escribió
Wills. "Ambos camellos murieron y nuestras provisiones se agotaron.
Estamos tratando de vivir de la mejor manera posible".
La población local, la tribu yandruwandha, parecía prosperar
a pesar de las condiciones que Wills y sus colegas encontraban tan difíciles.
Pero el trío pensó que, tal vez, había aprendido lo
suficiente como para sobrevivir.
Así que, cuando encontraron nardoo fresco, decidieron hacer
sus propios pasteles.
Al principio, todo parecía estar bien. Satisfacían su
apetito, pero se sentían cada vez más débiles.
Una semana más tarde, Wills y Burke estaban muertos.
Resulta que preparar el nardoopara hacerlo comestible es un
proceso complejo.
Este helecho está lleno de una enzima llamada tiaminasa, que
es tóxica para el cuerpo humano. La tiaminasa descompone el suministro de
vitamina B1 del cuerpo, lo que impide al organismo absorber los nutrientes de
los alimentos.
A pesar de que Burke, Wills y King tenían sus estómagos
llenos, estaban muertos de hambre.
Los yandruwandha cocinaban las esporas de nardoo, molían la
harina con agua y exponían los pasteles a cenizas. Con estos pasos hacían que
la tiaminasa fuera menos tóxica. No es algo que uno aprende a hacer por
casualidad.
Apenas vivo, King se arrojó a la merced de los yandruwandha,
quienes lo mantuvieron con vida hasta que llegó la ayuda europea, meses más
tarde.
Fue el único miembro de la expedición que sobrevivió.
La otra yuca
Tan tóxica como el nardoo es la yuca amarga o brava, que no
hay que confundir con la otra yuca, la dulce, un tubérculo que se consume a
diario en varios países de América Latina, entre otros.
Los niveles de cianuro o ácido cianhídrico presentes la yuca
amarga, si no es tratada y cocinada de forma adecuada, pueden causar desde intoxicación
hasta un fallo masivo en los órganos vitales, como el hígado y el cerebro.
Y también una afección llamada konzo, cuyos síntomas incluyen
la parálisis repentina de las piernas.
Pero en 1981, en Nampula, Mozambique, un joven médico sueco
llamado Hans Rosling no sabía nada de esto. Como resultado, la situación que
enfrentó fue profundamente desconcertante.
Cada vez más personas acudían a su clínica con parálisis en
las piernas.
¿Podría ser un brote de polio? No. Los síntomas no aparecían
en ningún libro médico.
Con Mozambique entrando en una guerra civil ¿podría ser el
efecto de armas químicas?
Llevó a su esposa Agneta y a sus hijos pequeños a un lugar
seguro y continuó sus investigaciones.
Fue la colega del doctor Rosling, la epidemióloga Julie
Cliff, quien finalmente descubrió lo que estaba sucediendo.
Los enfermos estaban comiendo alimentos a base de yuca amarga
que había sido procesada de manera incompleta.
Hambrientos y desnutridos, no podían esperar lo suficiente
para que fuera segura para el consumo. Como resultado, desarrollaron konzo.
Prueba y error
Hay plantas tóxicas en todas partes.
A veces, adecuadamente procesadas, pueden ser comestibles.
Pero ¿cómo aprende alguien a realizar la preparación
elaborada que necesita la yuca o el nardoo?
No es algo que aprende una sola persona, según Joseph
Henrich, un biólogo evolutivo.
Henrich sostiene que este conocimiento es cultural.Nuestras
culturas evolucionan a través de un proceso de prueba y error análogo a la
evolución en especies biológicas.
Al igual que la evolución biológica, la evolución cultural
puede, con el tiempo suficiente, producir resultados impresionantemente
sofisticados.
Alguien da con un paso que parece hacer que la planta tóxica
sea menos riesgosa; eso se difunde y se descubre otro paso. Con el tiempo,
pueden evolucionar rituales complejos, cada uno ligeramente más efectivo que el
anterior.
En América del Sur, las tribus han aprendido los muchos pasos
necesarios para desintoxicar por completo la yuca amarga: raspar, rallar,
lavar, hervir el líquido, dejar reposar el sólido durante dos días y luego
hornear, para hacer un pan ácimo llamado casabe.
Si les preguntas por qué hacen esto, no mencionarán el
cianuro de hidrógeno. Simplemente dirán: "Esta es nuestra cultura".
En África, la yuca se introdujo recién en el siglo XVII. No
venía con un manual de instrucciones, así que la intoxicación por cianuro sigue
siendo un problema ocasional.
La gente toma atajos porque el aprendizaje cultural aún es
incompleto.
Henrich argumenta que la evolución cultural es a menudo mucho
más inteligente que nosotros.
Ya sea para construir un iglú, cazar un antílope, prender un
fuego, hacer un arco largo o procesar la yuca amarga, no aprendemos entendiendo
los principios de las cosas, sino imitando.
Un estudio desafió a los participantes a colocar pesas en los
radios de una rueda para maximizar la velocidad a la que rodaba por una
pendiente.
Los datos sobre la prueba más exitosa de cada participante se
le pasaban a una nueva persona.
Debido a que se beneficiaban de los experimentos anteriores,
a los últimos participantes les fue mucho mejor.
Sin embargo, cuando se les preguntó, no podían explicar por
qué algunas ruedas rodaban más rápido que otras.
Otros estudios muestran que los humanos somos los únicos
primates que tenemos el instinto de imitar.
Las pruebas revelaron que los chimpancés y los humanos de dos
años y medio tienen capacidades mentales similares, a menos que el desafío sea
aprender copiando a alguien.
Los niños pequeños son mucho mejores copiando que los
chimpancés.
Y los humanos copiamos rituales, algo que no hacen los
chimpancés. Los psicólogos llaman a esto sobreimitación.
Podría parecer que en esto los chimpancés son los más
inteligentes. Pero si estás procesando raíces de yuca amarga, la sobreimitación
es exactamente lo que debes hacer.
Si Henrich tiene razón, la civilización humana se basa menos
en inteligencia pura que en una capacidad altamente desarrollada para aprender
unos de otros.
A lo largo de las generaciones, nuestros antepasados
acumularon ideas útiles gracias a la prueba y el error, y la siguiente
generación simplemente las copió.
Sin duda, algunas ideas menos útiles se mezclaron con ellas,
como la necesidad de un baile ritual para que lleguen las lluvias, o la
convicción de que sacrificar una cabra persuadirá al volcán para que no entre
en erupción.
Pero en general, pareciera que nos fue mejor copiando sin
preguntar que asumiendo, como los chimpancés, que éramos lo suficientemente
inteligentes como para poder determinar qué pasos podríamos ignorar de manera
segura.
Claro que la evolución cultural solo nos puede llevar hasta
cierto punto.
Ahora tenemos el método científico para decirnos que sí,
realmente necesitamos dejar reposar la mandioca durante dos días, pero no, al
volcán no le importan las cabras.
Cuando comprendemos los principios de las cosas podemos
avanzar más rápidamente que mediante prueba, error e imitación.
Pero no debemos menospreciar el tipo de inteligencia
colectiva que salvó la vida de King.
Es lo que hizo posible la civilización, y
también el funcionamiento de la economía
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https://www.bbc.com/mundo/noticias-49587189
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