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TESTIMONIOS DE MUJERES QUE SALVAN VIDAS



RPP

Promueven la salud. Previenen enfermedades. Alivian sufrimientos y sanan enfermos. Las enfermeras peruanas cuentan los obstÔculos que han tenido a lo largo de su profesión por los estereotipos de género y piden mayor reconocimiento, sobre todo en tiempos de pandemia.

Las enfermeras del Perú son mujeres que conforman el ejército sanador de miles de pacientes postrados en una cama necesitados de atención oportuna. EstÔn en los momentos mÔs importantes de la vida. En la alegría y en la tristeza; asisten a un recién nacido o dan consuelo a un moribundo en su último suspiro.

 

Desde sus inicios, la prÔctica de cuidar enfermos fue considerada actividad exclusivamente de mujeres. Según las tradiciones patriarcales y costumbres familiares, en la antigüedad, la mujer cumplía la función de cuidadora de los enfermos en casa. Del mismo modo, era una actividad muy relacionada al trabajo religioso de monjas dedicadas al cuidado de desvalidos y desamparados.

 

Con el tiempo la enfermería pasó de ser un oficio a una ciencia del cuidado que resuelve problemas de salud de individuos, familias y comunidades. Investiga, explora y crea conocimiento con soluciones.

 

Sin embargo, pese a esta evolución profesional, las enfermeras en algunos países aún siguen siendo víctimas de los estereotipos de subordinación y sumisión al servicio del médico, negÔndoles así derechos y autonomía.

 

Sobre ello, Liliana La Rosa, Decana del Colegio de Enfermeros del Perú, considera que la labor de una enfermera es sacrificada y no reconocida. Así lo demuestran los indicadores sobre brecha salarial, estÔndares de vida y las pocas oportunidades que se les presentan.

 

“Es una profesión que no ha tenido la oportunidad de gobernar el sistema sanitario. Tienen especialidades, maestrĆ­as y doctorado y no han tenido la oportunidad de demostrar sus competencias a nivel de la alta dirección”, seƱala.

 

La decana advierte que en el Perú la discriminación de las enfermeras es evidente porque, siendo profesionales de salud, nunca presidieron entidades como ESSALUD, la sanidad militar y policial o fueron convocadas al cargo de ministra, viceministra o directora.

 

“Hay una profunda discriminación contra las profesiones de servicio que no tienen ningĆŗn afĆ”n de lucro. Hay un gran desprecio a la mujer por un patriarcalismo y machismo que nos ha mantenido en una relación de subordinación, la cual es inaceptable”, refiere.


“Solo ruego no contagiarme con el virus”

Los testimonios de mujeres dedicadas a la enfermerĆ­a son relevantes. Rossana Ayasta Vallejos, enfermera intensivista de 55 aƱos y madre de tres hijos, nos cuenta su historia. En sus primeros aƱos de licenciatura, a finales de los aƱos 80, Rossana tuvo una importante labor atendiendo a hombres, mujeres y niƱos vĆ­ctimas del terrorismo en la zona de ChavĆ­n de HuĆ”ntar, Ancash. “Pasamos desapercibidas, no nos dan nuestro lugar. Hemos dependido de las decisiones de los mĆ©dicos considerados como dioses que lo hacen todo y no es asĆ­. Las enfermeras cargan con todo el trabajo de sanación de un paciente y no la estĆ”n valorando”, comenta.

 

Maria Mamani 58 aƱos, quien fue tƩcnica y luego magƭster en enfermerƭa, por ley trabaja 150 horas al mes en el hospital al que pertenece y afirma que las enfermeras tienen demasiada carga laboral por el dƩficit de recursos humanos.

 

“Hace 30 aƱos estamos abandonadas. No nos valoran y, por la carga laboral, muchas compaƱeras son vĆ­ctimas de estrĆ©s. Hay personal con problemas de salud como hipertensión, sobrepeso, diabetes y viven con miedo por lo que les pueda pasar durante la pandemia”, dice.

 

Sobre ello, Rossana agrega que cuando comenzó la pandemia de la COVID-19 su vida y la de sus compaƱeras dio un giro de 360 grados. Si bien, sentĆ­an temor, se dieron Ć”nimos y fuerza en grupo para no fallar a los pacientes que llegaban muy graves a UCI. 

 

“Nos vimos obligadas a trabajar las 24 horas de dĆ­a. Al ingresar a UCI nos protegemos totalmente sin posibilidad de tomar agua ni poder ir al baƱo y usamos paƱales porque no podemos quitarnos la indumentaria”, confiesa.

 

En la actualidad, el Colegio de Enfermeros del Perú tiene 98,700 miembros y, de estos, el 91% son mujeres. Lamentablemente, en esta pandemia, 71 enfermeros y enfermeras han perdido la vida por la COVID-19 y mÔs 5,000 se recuperan del contagio.

 

Por su parte, Ericka Rivas, de 34 años, cuenta que empezó como técnica en enfermería y hace tres años se graduó como enfermera con la esperanza de mejorar su estatus social y económico. Para lograrlo tuvo que superar un largo tratamiento debido a la tuberculosis que padeció.

 

“SacrifiquĆ© todo siendo madre soltera y ahora que soy enfermera sigo ganando como tĆ©cnica. No he recibido ningĆŗn apoyo de nadie ni del hospital donde laboro. No valoran el esfuerzo que se hace para llegar donde uno se propone”, seƱala.

 

Obligada por tener un nuevo estatus social y económico, Ericka trabaja en varios lugares al mismo tiempo, pero debe enfrentar el maltrato que recibe en centros de salud privados. “Es horrible lo que te pagan en algunas clĆ­nicas, pero por necesidad tienes que aceptar. Soy enfermera porque amo mi profesión. Solo ruego no contagiarme con el virus”, confiesa.



“Productoras de conocimiento”

En el Perú las mujeres enfermeras, gracias a la investigación, aportan nuevos conocimientos al tratamiento y cuidados de las personas en los centros de salud.

 

Patricia del RocĆ­o Chavarry tiene 52 aƱos y es doctora en enfermerĆ­a. Se dedica a la docencia de las futuras promociones de enfermeras y les propone a sus alumnas “no ser solo consumidoras del saber sino tambiĆ©n productoras del conocimiento”.

 

“Hace un aƱo se encontró que la anemia se puede reducir con gomitas de sangre de cuy y aguaymanto. La licenciada Palma Lozano ha demostrado en su estudio que las gomitas preparadas como si fueran golosinas permite reducir la anemia en niƱos de dos a cinco aƱos”, revela. 

 

La doctora Chavarry considera que los problemas en el trabajo de las enfermeras se relacionan a los salarios, la poca seguridad laboral ante enfermedades intrahospitalarias o virales y al seguir pensando que el trabajo de enfermería es la continuación de lo que las mujeres hacen en el Ômbito doméstico. Y no es así.

 

Si bien, en el campo de la medicina las mujeres han ido ganando terreno, aĆŗn son pocas las oportunidades que se les presentan para ocupar altos cargos, como consecuencia de los problemas sociales y culturales que todavĆ­a persisten.

 

En el plano laboral, los estereotipos existentes hacen pensar que hay profesiones de hombres y profesiones de mujeres, lo que genera desigualdades muy profundas. En el campo de la medicina, el dominio del género masculino aún persiste; sin embargo, poco a poco la competencia de la mujer sigue avanzando ahí donde antes no se aceptaba.




Datos:

-En el Perú, la Dra. Laura Esther Rodríguez Dulanto fue la primera mujer que ingresó a la universidad, en mayo de 1892 y juramentó como Médica Cirujana el 25 de octubre de 1900.

 

-En el Colegio Médico del Perú se registran 90,653 médicos. De ellos, el 36.5% son mujeres; es decir, 33,132.

 

-Los mƩdicos especialistas suman en total 37,490. De ese total 11,769 son mujeres y 25,721 varones.

 

Este reportaje se da en el marco de la campaƱa Mujeres de Cambio de RPP que tiene como objetivo evidenciar los desafĆ­os sociales y laborales de las mujeres peruanas en esta “nueva convivencia”. Esta campaƱa llega con el compromiso de Plan International.

 


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