- En el distrito amazónico de Pebas y sus alrededores, la escasez de recursos y alimentos fue enfrentada gracias al buen estado de los ecosistemas. Aumentó el consumo de carne de monte, de pescado y otros recursos del bosque ante la escasez.
- La existencia, desde el 2010, del Ćrea de
Conservación Regional Ampiyacu-Apayacu, asà como la organización de las
comunidades indĆgenas, permitieron que a diferencia de otras zonas de la
AmazonĆa, se pudiera sobrevivir.
“Yo comĆa carne de monte una vez cada 15 dĆas, o para alguna ocasión especial, pero en los Ćŗltimos meses comencĆ© a comerla casi tres veces por semana”, cuenta desde el corazón de Pebas, Edwin SantillĆ”n, un profesor que ha pasado casi toda su vida en este puerto de la provincia de Mariscal Castilla, situado en medio de los frondosos bosques del departamento de Loreto. Se llega allĆ navegando unas 10 o 12 horas en barco por el rĆo Amazonas, desde Iquitos.
Esta ciudad, la mĆ”s grande de la selva peruana, sufrió durante el 2020 un golpe brutal por la pandemia del Covid-19, al punto que hacia el mes de mayo ya habĆan muerto 800 personas, sobre una población de 500 mil habitantes. SegĆŗn la Dirección Regional de Salud de Loreto, la prevalencia llegó a ser del 93 %, de las mĆ”s altas en el mundo. La población de Pebas tambiĆ©n fue golpeada por el virus, aunque no de una manera tan demoledora. Lo que mĆ”s los impactó fue la escasez.
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PanorƔmica del puerto de Pebas, ubicado en la capital del distrito del
mismo nombre. AllĆ llegaban los productos que trajeron los indĆgenas durante
los meses de pandemia. Foto: IBC. |
El ecosistema providencial
Según SantillÔn, las
embarcaciones que venĆan de Iquitos llegaban solo una vez por semana trayendo
vĆveres, pero en el momento mĆ”s duro la frecuencia se hizo irregular. Los
precios se dispararon y un balón de gas, que normalmente cuesta unos 50 soles
(14 dólares) llegó a costar 80. Los deslizadores rÔpidos, que llegan en cuatro
horas a este distrito, tambiƩn dejaron de venir, porque el nuevo coronavirus
viajaba con los pasajeros que venĆan apretujados en ellos.
“Alguna gente comenzó a usar leƱa
para cocinar”, aƱade SantillĆ”n. Esta venĆa en parte de los bosques
circundantes, donde todavĆa hay una cantidad importante de especies maderables,
como la cumala (Virola sebifera Aubl), el tornillo (Cedrelinga cateniformis) y
la lupuna (Chorisia integrifolia). Tan ricos son estos bosques que en el Ćrea
de Conservación Regional (ACR) Ampiyacu Apayacu, circundante a Pebas, se han
identificado 3500 especies de plantas.
Precisamente la existencia de esta Ć”rea protegida fue, como sugiere Ana Rosa SĆ”enz del Instituto del Bien ComĆŗn (IBC), providencial. “A diferencia de otras zonas de la AmazonĆa —dice— acĆ” no faltó la comida. HabĆa animales, recursos en el bosque, peces en el rĆo”. El manejo forestal que realizan las comunidades de Nuevo Porvenir y Brillo Nuevo, habitadas por las etnias Huitoto y Bora, se detuvo en el 2020 debido a la pandemia, pero la conservación del ecosistema jugó su papel.
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La yuca, al igual que el plĆ”tano, fue otro producto que los indĆgenas
que viven en la ACR y sus alrededores llevaban a Pebas. Foto: Spectabilis/SPDA |
SantillƔn precisa que en los
meses mƔs duros de la pandemia, cuando casi no llegaba nada de Iquitos porque
allĆ se vivĆa una tragedia sanitaria, los representantes de las comunidades
nativas que viven en la zona rural de Pebas llegaban al puerto de la localidad,
enclavado en el rĆo Amazonas llevando ‘carne de monte’ (la de animales
silvestres), pescado, plĆ”tano, yuca. “La gente los esperaba —recuerda—, se
subĆa a los botes y en unos momentos ya no habĆa nada”.
La carne que traĆan los indĆgenas
de las etnias Bora, Huitoto, Ocaina y Yagua —por lo general salada y ahumada
para que se conserve— era especialmente de huangana (Tayassu pecari), sajino
(Pecari tajacu), majaz (Cuniculus paca) o venado colorado (Mazama americana).
TambiƩn llevaban peces diversos, como la palometa (Mylossoma albiscopum), el
boquichico (Prochilodus nigricans), la carachama (Pterygoplichthys pardalis) o
la doncella (Pseudoplatystoma sp.).
No era extraƱo. En la ACR Ampiyacu Apayacu, creada en el 2010 a propuesta de las comunidades y el Gobierno Regional de Loreto, y con aprobación del Servicio Nacional de Ćreas Protegidas por el Estado (SERNANP), la biodiversidad es abundante. En sus 434 129 hectĆ”reas viven aproximadamente 207 especies de peces, 335 especies de aves, 64 especies de reptiles y anfibios, 70 especies de mamĆferos.
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Dos aves se posan sobre una planta de ungurahui. En la ACR existen 335
especies de aves, de las cuales cinco son endĆ©micas de la AmazonĆa
nor-occidental. Foto: Spectabilis/SPDA. |
Cuando llega el mal
“Antes, para poder cazar
animales, un indĆgena tenĆa que irse 5 o 6 dĆas y hacer un campamento en medio
de la selva”, sostiene Rolando Panduro, indĆgena bora que preside la Federación
de Comunidades Nativas del RĆo Ampiyacu (FECONA). Vive en Pebas y tambiĆ©n es
profesor, pero se mueve entre las 14 comunidades nativas de la cuenca del
Ampiyacu y el Yaguasyacu, parte de cuyos territorios estƔn colindantes al
territorio de la ACR , o en su zona de influencia.
SegĆŗn cuenta, esas expediciones
de caza en busca de los animales silvestres ocurrĆan cuando el Ć”rea protegida
aĆŗn no habĆa sido creada. Al implementar el control, mediante centros de
vigilancia ubicados estratƩgicamente (hay uno en Brillo Nuevo, que se hace por un acuerdo de
cogestión con la jefatura de la ACR), lograron sacar a los diversos tipos de
invasores, la fauna reapareció y, para encontrarla, bastaba que un indĆgena
“saliera a tres o cuatro horas de su comunidad”. Ya no tenĆa que irse tan
lejos, y por eso la carne de monte no ha faltado en estos meses angustiosos.
La presencia de extraƱos, sobre todo madereros, causaba un impacto severo en el bosque: deforestación, caza descontrolada, pesca a mansalva, consumo desatado de frutos silvestres, como el aguaje (Mauritia flexuosa) o el ungurahui (Oenocarpus bataua). Las incursiones eran por temporadas, de seis u ocho meses, y eso provocaba enormes consecuencias en el ecosistema. “Ahora ya no hay madereros ilegales”, apunta el lĆder indĆgena.
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Otro recurso providencial en los meses de emergencia sanitaria fue la
pesca en los rĆos de la ACR. AllĆ se podĆan capturar palometas, boquichicos,
gamitanas, doncellas. Foto: Spectabilis/SPDA. |
Se fue un problema, pero en el
2020 vino otro: la pandemia. Golpeó severamente a Iquitos y llegó también a
esta zona, donde hasta agosto, de acuerdo al
IBC, en la cuenca del Ampiyacu ( que forma parte de la ACR) se registraron
912 contagios por Covid-19, sobre una población aproximada de 1700 personas. En
la comunidad de Rolando Panduro, Brillo Nuevo, ubicada en la cuenca del
Yaguasyacu, la población es de 255 personas; asegura que se contagiaron 152.
Sin embargo, no perdieron a nadie.
La tasa de fallecidos en las 14
comunidades de esa cuenca fue de 7 personas (poco mƔs del 1 %). Relativamente
baja, algo que los indĆgenas atribuyen al uso de plantas medicinales como la
huacrapona (Iriartea deltoidea) o la sangre de drago (Croton lechleri). A la vez,
recibieron alguna ayuda de la posta mƩdica del distrito para combatir los
sĆntomas, de modo que “la medicina vino a ser el complemento” que ayudaba a
neutralizar el ataque del virus.
Lo central, sin embargo, fue que en los peores meses de la pandemia (abril y mayo en Loreto), el papel de los indĆgenas fue fundamental. En cada comunidad se formaron comisiones, que iban una o dos veces por semana a Pebas llevando los productos del bosque (frutos, carne de monte), o de las pequeƱas plantaciones (yuca y plĆ”tano), asĆ como pescado. Un kilo de carne de sajino podĆa costar entre 12 y 14 soles, dinero con el que los indĆgenas compraban aceite, sal, leche, azĆŗcar.
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El consumo autorizado de ‘carne de monte’ (de animales del bosque) fue
providencial en los meses en que muchos vĆveres no llegaban de Iquitos.
Foto:Spectabilis/SPDA. |
“Si no hubiĆ©ramos hecho eso,
hubiera sido catastrófico para todos”, sostiene Panduro. Incluso el uso de leƱa
entre los pebanos fue posible porque el bosque no estaba tan impactado. Gracias
al manejo forestal, desarrollado con la ayuda de los tƩcnicos del IBC, otras
especies que antes estaban destinadas a la comercialización por parte de la
comunidad de Brillo Nuevo —como el tornillo, la cumala, la lupuna o la moena (Batocarpus amazonicus)—
se fueron hacia el consumo local para la construcción de casas.
Los remolinos de la pandemia
Todo esto no fue fƔcil. Durante
los primeros dĆas de la pandemia, la rigidez se impuso en la zona, acaso porque
los contagios en Iquitos se dispararon, y el control policial y militar se hizo
fĆ©rreo. “Los primeros dĆas no salĆa nadie a vender”, cuenta Shemira
Portocarrero, de la etnia Bora, quien se dedica a la comercialización de carne
de monte. Aparte del control para que se guarde la cuarentena, habĆa temor por
la llegada del virus a lugares donde la atención médica no existe.
Ella es de Boras de Colonia, una
comunidad ubicada a unas ocho horas de Pebas en peque-peque, un bote tĆpico de
la región que sirve para transportar pasajeros y mercancĆas, y que funciona con
un pequeƱo motor que hace un sonido muy peculiar.
Al inicio de la pandemia, cuando regĆa la cuarentena, no circulaban mucho. TenĆan que adentrarse en las comunidades mĆ”s aisladas, donde aĆŗn se practica el trueque para abastecerse de productos. De acuerdo a Panduro, un 40 % de la población de las comunidades de la cuenca del Ampiyacu, o de las cuencas vecinas del Yaguasyacu o Apayacu, practican esta modalidad de intercambio, que en estos meses se hizo mĆ”s intensa.
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Otro recurso providencial en los meses de emergencia sanitaria fue la
pesca en los rĆos de la ACR. AllĆ se podĆan capturar palometas, boquichicos,
gamitanas, doncellas. Foto: Spectabilis/SPDA. |
No ocurrió asà en Pebas, donde el
dinero se usa normalmente y donde, antes de que se montara el sistema de
abastecimiento por parte de los indĆgenas, los vĆveres comenzaron a escasear.
Lo sabe la seƱora MarĆa Soria, quien tiene una tienda en el pueblo y vende
carne de sajino, huangana o motelo (Chenoloidis denticulata), una especie de
tortuga amazónica. “No habĆa movilidad. De Iquitos no podĆan traer las cosas y
todas las comunidades se pusieron en alerta”, recuerda.
Algunas familias, de indĆgenas o
ribereƱos, incluso volvieron desde Iquitos, porque sentĆan que la situación en
esa capital era desastrosa. Lo hacĆan sigilosamente, a veces en un peque-peque,
con el cual surcando el Amazonas podĆan demorarse mĆ”s de dos dĆas interminables
y agotadores.
Todos comenzaron a usar
mascarilla y no salĆan casi para nada (“yo apenas salĆa a la puerta de mi
casa”), pero como Panduro y SantillĆ”n, la seƱora Soria siente que el
intercambio intensificado entre los indĆgenas y la población de Pebas fue
esencial. Hacia julio la tasa de
contagios remitió, lo que hizo que la situación allà casi se normalizara,
mientras el paĆs entero seguĆa golpeado.
La vital conservación
La existencia de la ACR Ampiyacu Apayacu es crucial en esta historia. Si no se hubiera establecido, las consecuencias de la pandemia, en materia de salud y alimentación, hubieran sido terribles. La existencia de carne de monte, tan vital en estos meses, en parte fue posible porque las comunidades vienen implementando un Plan de Manejo de Fauna Silvestre. La zona de trabajo estÔ en las cuencas del Yaguasyacu y el Ampiyacu, que tienen algunas partes en el Ôrea protegida, donde la fauna silvestre abunda.
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La ACR Ampiyacu Apayacu protege 434 120.34 hectƔreas de bosques
Amazónicos. Foto: Spectabilis/SPDA. |
El manejo de la fauna silvestre
lo realizan las comunidades de Brillo Nuevo, Nuevo PerĆŗ, Boras de Colonia,
Puerto Izango y Nueva Esperanza en el Yaguasyacu; y Nuevo Porvenir, Tierra
Firme, Estirón de Cuzco, Huitotos de Estirón, Huitotos de Pucaurquillo, Boras
de Pucaurquillo, Betania, Santa LucĆa de Pro y San JosĆ© de Piri en el Ampiyacu.
Todas pertenecen a la FECONA y las especies a manejar son el majaz, el venado
colorado, el sajino y la huangana, asà como el añuje (Dasyprocta fuliginosa) y
el venado gris (Mazama nemorivaga). La idea es que cada familia disponga de
unos 70 kilogramos de carne al mes, parte de la cual es comercializada en Pebas
y en ciudades como Iquitos.
El Ć”rea mĆ”s especĆfica donde se
implementa el manejo de la fauna tiene 317 180 hectƔreas que estƔn dentro del
ACR y en los territorios comunales, tanto en la cuenca del Ampiyacu como en el
Yaguasyacu. Favorece a 628 habitantes de 139 familias, asentadas en las catorce
comunidades.
Desde que comenzaron estas
acciones de manejo, en el 2016, ha mejorado el ingreso de tales familias. En
las cinco comunidades, hay 13 grupos de cazadores, que suman un total de 63
(cada grupo es de hasta cinco personas). Por la venta de carne de monte, cada
uno de estos grupos puede ganar hasta 28
000 soles al año, según estimaciones del IBC.
En el caso del proyecto ‘Ordenamiento del aprovechamiento forestal comunitario en la comunidad nativa de Brillo Nuevo’, desplegado desde el 2011 (cuenca del rĆo Yaguasyacu , distrito de Pebas), la idea fue hacer que este aprovechamiento fuera sostenible. Se usan como base “tĆ©cnicas de bajo impacto en los ecosistemas”, a fin de que se pueda tener productos de mejor calidad al menor costo. Con ello, se mejorarĆa la calidad de vida de la comunidad.
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Mapa del Ćrea de Conservación Regional Ampiyacu Apayacu. Dentro de
ellas viven las etnias Bora, Huitoto, Ocaina y Yagua. CortesĆa: IBC. |
Mientras no estaba en curso este
proyecto, la comunidad vendĆa los Ć”rboles en pie, o en trozas de madera, y si
bien tenĆan cuotas (por ejemplo, 50 trozas de cumala para cada comunidad), no
se aplicaban tƩcnicas de manejo, sobre todo porque las propias empresas
madereras participaban en el proceso de aprovechamiento del recurso. No se
contaba con permisos forestales, aun cuando la propia comunidad habĆa
establecido puestos de control, para ver la cantidad de madera que salĆa.
DespuƩs del 2011, ya con el apoyo
del IBC, se gestionó el permiso forestal respectivo del Estado. Para
solicitarlo, se planteó que las actividades de manejo se harĆan en base a una
zonificación comunal, inventarios y censos forestales. Lograron el permiso por
20 años y actualmente el aprovechamiento se hace respetando la regeneración
natural, la conservación y el manejo de los Ôrboles remanentes. No se procede a
tumbar el bosque sin control, como antes.
Cuando vuelva la normalidad
Aunque en el 2013, el proyecto de manejo forestal no arrojó grandes ganancias (solo alcanzó para pagar la mano de obra de los pobladores), en los aƱos siguientes los beneficios aumentaron y comenzaron a entrar ingresos a la comunidad. Incluso se estableció un vĆnculo con OSINFOR, para que las 17 familias involucradas recibieran capacitación. En el 2020, sin embargo, el proyecto no pudo continuar por la pandemia.
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La noche cae sobre el bosque amazónico. En los bosques que estÔn dentro
de la ACR, o en su zona de amortiguamiento, se conservan varias especies
maderables. Foto: Spectabilis/SPDA. |
Hoy se teme el probable impacto
de la segunda ola en la zona, y sobre todo de la ‘variante brasileƱa’ del virus.
Se han vuelto a usar las mascarillas, porque en las Ćŗltimas semanas la
normalidad en Pebas era tal que ya no se respiraba preocupación. Pero tanto la
seƱora MarĆa, como Rolando y Edwin parecen tener confianza en que, si vuelven
los problemas, el bosque conservado proveerĆ”. Porque en este lugar de la
AmazonĆa los ecosistemas aĆŗn destilan esperanza.
Imagen principal: Los recursos
propios del bosque en el Ćrea de Conservación Regional Ampiyacu Apayacu fueron
la salvación en esta pandemia. Foto: IBC.
Fuente: Mongabay
https://es.mongabay.com/2021/02/bora-comunidades-indigenas-loreto-bosque-pandemia-peru/
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