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lunes, 18 de octubre de 2021

¿QUÉ DESTINO TENDRÁ EL CORONAVIRUS? ¿Y NOSOTROS?


El 9 de enero de 2020, aproximadamente una semana después de que el mundo supo por primera vez que había una misteriosa serie de casos de neumonía en la región central de China, las autoridades anunciaron que los científicos habían identificado al culpable: un nuevo coronavirus.


Fue un anuncio simple y de una familiaridad preocupante. Casi dos décadas antes, otro coronavirus había superado la barrera de las especies y se había propagado con rapidez por el mundo, causando una nueva enfermedad fatal llamada síndrome respiratorio agudo grave, o SARS, por su sigla en inglés. El virus, que se llegó a conocer como SARS-CoV, mató a 774 personas antes de que las autoridades sanitarias lograran contenerlo.

 

Sin embargo, a pesar de las inquietudes de los médicos de que la historia pudiera repetirse, había un rayo de esperanza. Aunque los virus evolucionan, se sabe que los coronavirus son relativamente estables y cambian más lentamente que el virus del resfriado común.

“Me parece que la impresión generalizada era que esta característica nos daría cierta ventaja y que quizá no enfrentaríamos la peor situación posible: que se comportara como el virus de la influenza, que no deja de cambiar, por lo que es necesario actualizar la vacuna todo el tiempo”, comentó Adam Lauring, experto en virus y médico dedicado al estudio de enfermedades infecciosas en la Universidad de Míchigan.

 

Con lo que muchos científicos no contaron fue con su propagación desenfrenada por todo el planeta. Durante las siguientes semanas, el nuevo virus, SARS-CoV-2, se extendió de Wuhan, China, a un crucero en Japón, un pequeño pueblo en el norte de Italia y una conferencia sobre biotecnología en Boston. País por país, los contadores de cifras globales de coronavirus se pusieron en rojo.

 

Hasta la fecha, más de 237 millones de personas han sido infectadas por el virus y 4,8 millones han muerto, 700.000 de ellas tan solo en Estados Unidos.

 

Con cada infección surgen nuevas oportunidades para que el virus mute. Ahora, a casi dos años de iniciada la pandemia, estamos avanzando por un abecedario de nuevas variantes virales: la alfa de rápida propagación, la beta que evade el sistema inmunitario, y luego gamma, delta, lambda y, más recientemente, mu.

“Tenemos infecciones descontroladas en gran parte del mundo, y eso va a dar lugar a más oportunidades para que el virus evolucione”, dijo Lauring.

Incluso para un virus, la evolución es un proceso a largo plazo, por lo que nuestra relación con el SARS-CoV-2 todavía se encuentra en sus primeras etapas. Es extremadamente improbable que logremos erradicar este virus, en opinión de los científicos, y es difícil predecir cómo serán los siguientes años… y las siguientes décadas.

 

No obstante, la experiencia de epidemias pasadas, así como algunos principios básicos de biología, nos dan ciertas claves acerca de lo que podría deparar el futuro.

 

La lotería genética

Los virus son máquinas de reproducción que toman posesión de nuestras células y las utilizan para hacer copias de sus propios genomas. Algunas veces, al replicarse cometen pequeños errores, que podrían compararse a un error de dedo cuando escribimos en un teclado.

 

En la mayoría de los casos, estos errores no benefician en nada al virus; muchos son nocivos y desaparecen rápidamente. Pero en algunas ocasiones, el virus se saca la lotería genética y encuentra una mutación que le da cierta ventaja. Entonces, esta versión mejorada del virus es capaz de superar a sus pares y dar origen a una nueva variante.

 

Entre los incontables cambios que puede realizar el coronavirus hay tres posibilidades preocupantes: que se haga más transmisible, que sea más hábil para evadir nuestro sistema inmunitario o que se haga más agresivo y produzca enfermedades más graves.

El SARS-CoV-2 ya se hizo más transmisible. “El virus es más hábil para transmitirse de una persona a otra que en enero de 2020”, explicó Jesse Bloom, experto en evolución viral del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle. “Esto se debe a una variedad de mutaciones que adquirió el virus, de las cuales solo comprendemos algunas”.

 

Una de las primeras mutaciones apareció a finales de enero de 2020. Al parecer, esta mutación, D614G, estabilizó la proteína de espiga que el virus utiliza para acoplarse a las células humanas, con lo que el virus se hizo más infeccioso. Esta versión se propagó con rapidez y desplazó a la versión original del virus.

 

A medida que el virus se fue propagando aparecieron más mutaciones, que dieron origen a variantes incluso más transmisibles. Primero apareció la variante alpha, que era aproximadamente un 50 por ciento más infecciosa que el virus original, y poco después la delta, que es casi un 50 por ciento más infecciosa que la alpha.

 

“Ahora estamos básicamente en una pandemia de la variante delta”, dijo Robert Garry, virólogo de la Universidad de Tulane. “Así que a cada ola, otra propagación de una variante ligeramente mejor”.

 

Aunque algunos expertos se sorprendieron al ver surgir tan rápidamente la variante hipercontagiosa, que tiene más de una docena de mutaciones notables, la aparición de más variantes transmisibles es una evolución viral como sacada de un manual.

 

“Es difícil imaginar que un virus vaya a aparecer de repente en una especie perfectamente adecuado para esa especie”, aseveró Andrew Read, microbiólogo evolutivo de la Universidad Penn State. “De seguro hará ciertas adaptaciones”.

 

Sin embargo, los científicos no esperan que este proceso se prolongue indefinidamente.

 

Lo más probable es que haya ciertos principios biológicos básicos que limiten la capacidad infecciosa de cada virus, dependiendo de sus propiedades intrínsecas. Los virus que se adaptan bien a los seres humanos, como el sarampión y la influenza estacional, no se siguen haciendo más infecciosos, subrayó Bloom.

No se sabe a ciencia cierta cuáles son las limitaciones para la transmisibilidad, añadió, pero por lo menos es posible decir que el nuevo coronavirus no podrá reproducirse con una rapidez infinita ni propagarse infinitamente lejos.

 

“Para que haya transmisión es necesario que una persona exhale, tosa o expulse el virus y que este aterrice en las vías respiratorias de alguien más, y así infecte a esa otra persona”, dijo Bloom. “Sencillamente, hay factores que limitan ese proceso. Nunca va a pasar que, si estoy sentado en mi oficina, contagie a alguien que se encuentre al otro lado de Seattle, ¿verdad?”

 

Prosiguió: “No puedo decir si la variante delta ya alcanzó ese punto estable, o si habrá más aumentos antes de que se estabilice. De lo que estoy convencido es de que ese estancamiento existe”.

Bianca Bagnarelli


Evadir la inmunidad

Además de hacerse más transmisibles, algunas variantes también se han hecho más hábiles para evadir a algunos de nuestros anticuerpos. Los anticuerpos encargados de evitar que el virus entre a nuestras células están diseñados para acoplarse a moléculas específicas de la superficie del virus, que se ajustan como piezas de rompecabezas. Por desgracia, algunas mutaciones genéticas del virus pueden cambiar la forma de esas áreas donde se empalman.

 

“Si cambia esa forma, al anticuerpo puede resultarle imposible hacer su trabajo”, explicó Marion Pepper, inmunóloga de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington.

 

Al parecer, la variante delta evade a algunos anticuerpos, pero hay otras variantes, en particular la beta, que son todavía más hábiles para evadir estas defensas. Por ahora, la variante delta es tan infecciosa que ha logrado ganarles terreno a estas variantes más escurridizas, por lo que ha limitado su propagación.

No obstante, a medida que más personas desarrollen anticuerpos para combatir al virus, las mutaciones que le permiten evadir a estos anticuerpos serán todavía más ventajosas. “El panorama de selección ha cambiado”, señaló Jessica Metcalf, bióloga evolutiva de la Universidad de Princeton. “Desde la perspectiva del virus, ya no basta la estrategia ‘solo me muevo por aquí y voy a encontrar a un huésped listo’”.

 

La buena noticia es que hay muchos tipos distintos de anticuerpos, así que no es muy probable que una variante con solo unas cuantas mutaciones nuevas se les escape a todos, enfatizan los expertos.

“El sistema inmunitario, además, ha evolucionado de tal forma que tiene muchos trucos bajo la manga para contrarrestar la evolución del virus”, afirmó Pepper. “Saber que la diversidad del sistema inmunitario es tan compleja me permite dormir por las noches”.

 

Ciertas células T, por ejemplo, destruyen a las células infectadas por el virus, y así ayudan a reducir la gravedad de la enfermedad. En conjunto, las células T que tenemos pueden reconocer por lo menos entre 30 y 40 partes diferentes del SARS-CoV-2, según han descubierto los investigadores.

 

“Es mucho más difícil evadir la respuesta de las células T que las de los anticuerpos”, indicó Celine Gounder, especialista en enfermedades infecciosas de la Escuela de Medicina Grossman en la Universidad de Nueva York.

 

Y luego están los linfocitos B, que dan origen a nuestro ejército de anticuerpos. Incluso después de eliminar la infección, el cuerpo sigue produciendo linfocitos B durante un tiempo, introduciendo deliberadamente pequeñas mutaciones genéticas. El resultado es una colección enormemente diversa de linfocitos B que producen una serie de anticuerpos, algunos de los cuales podrían ser una buena combinación para la siguiente variante que aparezca.

“En realidad, el sistema inmunitario hace toda una serie de suposiciones sobre la apariencia que podrían adoptar las variantes en el futuro”, comentó Shane Crotty, experto en virus del Instituto de Inmunología La Jolla.

 

Hasta ahora, los estudios parecen indicar que las respuestas de nuestros anticuerpos y las de nuestras células T y linfocitos B funcionan ante el SARS-CoV-2 como es de esperar. “En general, este virus se comporta de acuerdo con las normas inmunológicas que conocemos”, señaló Crotty.

 

‘No le interesa matarnos’

Lo más difícil de predecir es si el virus se volverá más agresivo, es decir, si provocará una enfermedad de mayor gravedad, afirmaron los científicos. A diferencia de la transmisibilidad o la evasión del sistema inmunitario, hacerse más agresivo no ofrece ninguna ventaja evolutiva inherente.

 

“Al virus no le interesa matarnos”, aclaró Metcalf. “Al virus solo le interesa ser más agresivo si así mejora la transmisión”.

 

Ya que quizá sea menos probable que las personas hospitalizadas propaguen el virus en comparación con aquellas que andan por ahí con un resfriado, existe la teoría de que los nuevos virus templan su agresividad con el paso del tiempo.

 

Un ejemplo comúnmente citado es el virus del mixoma, que unos científicos australianos liberaron en 1950 en un intento de reducir la población de conejos europeos invasores.

 

Fuente: New York Times

https://www.nytimes.com/es/2021/10/15/espanol/coronavirus-variantes-mutacion.html

 

 

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