La pandemia que nos asaltó en 2020 puso al mundo en suspenso y, al mismo tiempo, lo dejó totalmente expuesto. Al mostrarnos por completo, sin trucos cosmĆ©ticos de los ilusionistas de lo real, revelarnos la fotografĆa mĆ”s nĆtida de la contemporaneidad: una civilización blanca en sus limites de sostenibilidad, marcada por la destrucción de la naturaleza, por el genocidio, de los pueblos originarios, por el racismo estructural de nuestras sociedades atrasadas y excluidas, por la hegemonĆa de la desigualdad económica y social y por la privación de los derechos que se esperan de la idealizada polis, principalmente de la actual, que se proclama de la información y del conocimiento.
Sin embargo, en constante movimiento, la dolorosa coyuntura nos proporciona una especie de congelamiento paradoja del devenir; desconfigura la absoluta certeza de que nada es permanente, tema tan preciado en la antigua filosofĆa griega.
El peso de la movilidad, impuesta por la pandemia en la estela de muchas otras derrotas, nos da la sensación de que este periodo histórico trascenderĆ”. Al mismo tiempo, viene la angustia de lo poco que caminamos y de lo mucho que necesitamos avanzar en el ejercicio de la libertad y del intercambio de los espacios fĆsicos y materiales.
La gigantesca tarea de la humanidad, que precisa resolver desigualdades para poder sobrevivir como especie, asciende al umbral de la imposibilidad y nos coloca en la profunda reflexión y angustia sobre le futuro.
Y aunque esta angustia vale para todos los aspectos de la vida- en la cultura y en la educación, y en los fundamentos de la libertades o de las mĆŗltiples cĆ”rceles- , tiene una connotación especĆfica que es necesario comentar para vislumbrar las posibilidades de un futuro mas coherente con lo que podemos llamar humano.
AquĆ, en estos triste tópicos, como los denominó Claude LĆ©vi-Strauss, el acceso a la educación y el incentivo a las culturas de nuestros diversos pueblos nos fueron negados de manera sistemĆ”tica. Darcy Ribeiro, intelectual libertario y polĆtico brasileƱo, tiene una frase que sintetiza todo esto: “la crisis de la educación en Brasil no es una crisis, es un proyecto”. Esto es evidencia de aquello que todos los gestores sinceros que buscan trabajar con educación y cultura en Brasil entienden rĆ”pidamente: el Estado brasileƱo, estructural-mente y en todos sus niveles, se mueve contra la educación y la cultura como prioridad y como derecho de la ciudadana. Tal vez podamos extender este analisis para buena parte de los paĆses hermanos de AmĆ©rica Latina.
Esta situación estructural se afirma aún mÔs en gobiernos que encontramos en la supresión de derechos y en las actitudes protofacistas su principal modo de operar el Estado. La sensación de que abortamos el devenir se amplifica cuando, en los sucesivos gobiernos, constatamos la destrucción de lo que estuvo eventualmente bien construido en periodos anteriores, lo cual perpetúa ciclos de discontinuidad de buenos programas.
Es necesario interrumpir este ciclo perverso y establecer, en lugar lugar de polĆtica de gobierno, polĆticas de Estado.
Sobre el peso de la personas de la perversa estructura histórica que privilegió la exclusión del derecho a la lectura, las preguntas cruciales sobre el futuro de nuestra literatura, de nuestras artes, de la poesĆa, de la formación de nuestros lectores, tiene un gusto amargo y una legitima incertidumbre. Lo que nos puede quitar esa incertidumbre es el devenir, porque este no se puede paralizar, mucho menos, contener.
El devenir contiene nuestra cotidianidad, construida con lucha y resiliencia, con nuestros semejantes, con toda las fuerzas, materiales y simbólicas, que posibilitan el efecto, el bienestar , la risa, el llanto de la victoria y de la perdida entre nosotros. El devenir es cultura, aquella que se proyecta en las dimensiones como valor simbólico, ciudadanĆa y economĆa.
En esta prospectiva, la polĆtica pĆŗblica se forja y se funde con el que hacer cultural de parte sustantiva de nuestros pueblos, de este devenir que se transforma a cada minuto y se torna dinĆ”mico en tanto polĆtica porque refleja el movimiento real de nuestros conciudadanos.
Ya sabemos algo esencial: la literatura, la poesĆa, la formación de lectores no se realizan porque el ESTADO estĆ© presente. La lucha por la lectura serĆ” mĆ”s promisorio si el Estado se compromete con esta, pero ni su ausencia ni su ataque contra esta la paralizan o la eliminan.
Porque es la polĆtica pĆŗblica la que se alimenta de los problemas reales de la ciudadanĆa y no al contrario. He ahĆ la esperanza en el devenir que no es tan solo un soplo de aliento efĆmero, sino de lucha por los derechos que la ciudadanĆa lleva a cabo, incesantemente y con la confianza de que tendrĆ” sus frutos.
Si recocerremos nuestro paĆses de AmĆ©rica Latina, encontraremos innumerables nĆŗcleos formadores de lectores y millares de acciones que hacen la diferencia en la cultura y en la educación. En las margenes y en los territorios laten los valores y las metas de las polĆticas publicas de lectura que se construyen democrĆ”ticamente gracias a los incontables grupos de escritores , poetas, profesores, bibliotecarios, agentes culturales de diversos niveles, mediadores de lectura, entre tantos otros, esparcidos en nuestro paĆses. Existen y se hacen oir. Sin alardes, trabajan formando lectores y formando ciudadanĆa. Resiliencia, escucha, intercambio, estas son sus armas de lucha. “Pan, protección, poesĆa y siembra” como cantan los amigos mediadores de lectura, educación popular y cultura del colectivo LiteraSampa, en el barrio de Parelheiros, periferia metropolitana de la ciudad de Sao Paulo. En tanto existan miles de colectivos como estos, habrĆ” futuro y se preservarĆ” lo mejor de lo que tenemos en el pasado.
Libro extraĆdo de La lectura como polĆtica de JosĆ© Castillo
0 Comentarios
Gracias por su comentario